Page 404 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
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            el doloroso golpe de nuestros delitos, siendo Vuestra Señoría Ilustrísima la
            víctima, y su acariciada grey la que administra la llama con sus desconciertos!
                    Pero ahí está Dios, verdadero defensor de sus sacerdotes y escudo in-
            expugnable de su Iglesia; quien responderá por todos con igualdad, tomará
            por suya la venganza, saldrá a campaña, lanza en mano; desdichado del quien
            cayese primero, porque será el blanco de sus iras; siempre la inocencia pedirá
            justicia, que aunque prevaleciera la impiedad, nunca cantará victoria; porque
            otro que Heliodoro diera en tierra, pidiendo alafias; permita Dios el que vuel-
            van a verse con Vuestra Señoría Ilustrísima para pedirle perdón y misericor-
            dia. Muchas cosas han visto nuestros ojos en todas edades, y las historias dicen
            mucho en esta materia.
                    Parece que al profeta Oseas le sucedió lo mismo que a Vuestra Señoría
            Ilustrísima, pues cuando le salió al encuentro a la muerte, que es más que una
            muerte la emulación sanguinaria, le dijo con el mayor desprecio: ero mors tua
            o mors, morsus tuus ero infemo. Al primer impulso de vindicarse el honor tan
            recomendable de Vuestra Señoría Ilustrísima, veránse postrados en tierra el
            mal afecto y la maledicencia; y la Verdad que es el mismo Dios los acabará a
            bocados y triunfará; y así lo permitirá el Cielo, mirando por el apreciable ho-
            nor de tantos individuos consagrados al altar e inciensos, quedará sambenita-
            da la pasión mordaz, y se le dará en rostro con la victoria: Ubi est mors victoria
            tua? Ubi est stimulus tuus?  ¿Dónde está tu estímulo y astuto aguijón con que
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            sueles punzar y matar? Quo solet pungere et necare, como leyó Duhamel; en
            igual énfasis le dijo Isaías a Luzbel cuando éste contra el trono de Dios dijo
            ascendam por atrevido; y le dió con la caída en rostro, viéndole rodado: Quo
            modo cecidisti Lucifer, qui name orie baris?  Nació engreído, con premisas de
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            ser grande, y su mismo engreimiento fué la causa de su estrago.
                    Déjense, pues, las cosas al tiempo, que como es el testigo de más ex-
            cepción, con la experiencia dirá, y los pasajes lo que hay;cumpliráse el plazo
            de que Vuestra Señoría Ilustrísima acabe de purgar nuestros excesos, y se sa-
            brá como todo ha sido un fervoroso celo, un puro mirar por el honor de Dios,
            del Rey de la Patria, un condolerse de sus decadencias, un esmerarse de querer
            favorecer a toda su grey, sin excepción; y en una palabra mostrarse al mundo
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            185. Ad Corinto 1-15. [nota del autor]
            186. Isai. 14-15. [nota del autor]





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