Page 394 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
Estado del Perú
disipar los vicios del Mundo, de edificar y plantar nuevas simientes de virtudes
en los corazones de los hombres, y así lo profetizó Jeremías.
Duhamel en su lugar dice, que lo que Dios tiene pensado, adverso o
próspero, se sale por la boca de los sacerdotes. El profeta Malaquías afirma de
que son sus oráculos, porque son el Angel del Señor de los Ejércitos: Angelus
Domini excercituum. El Angel, como sabemos, nunca revela lo que los hom-
bres le han dicho, sino sólo lo que Dios le tiene revelado; luego la predicación
evangelica es siempre divina; qué bien ahora, [dice] San Fernando: Non negas
profecto, vel fabulas consecrasti os tuum evangelio; talibus iam aperire illicitum
asvesere sacrilegium est. Y siendo así no hay derecho que tal mande, porque
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el objeto final de estos venerables individuos es sólo el manejo del altar e in-
ciensos, y no las armas o fuerza del defender el honor de Dios, del Rey y de la
Patria, que admite sus excepciones para poderlo hacer.
Prodigio parece aquel verificarse a la letra las admirables palabras, que
Vuestra Señoría Ilustrísima le dijo, en su Palacio, al Inspector General, José
del Valle, a tiempo de despedirse: «No conviene, Señor Inspector, que Vuestra
Señoría dé soldados a los sacerdotes, para que les guarden; porque a éstos
los crió Dios para conquistadores de almas, y no llevarán más armas que su
predicación y lágrimas. Dios los cuidará y guardará». Así aconteció, Ilustrí-
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simo Señor, cuando nos partimos al Collao, a cumplir con nuestros destinos
de párrocos. Y en Azángaro a aquellos tres corazones faraonistas de Diego
Navarro, Andrés Mendiguri y Mariano Bastidas Condorcanqui, vulgarmente
nombrados Túpac Amaru, no contrastaron ni las balas ni la pólvora, ni Marte
con toda su furia, sino las eficaces razones y suaves amonestaciones que Vues-
tra Señoría Ilustrísima, por medio de sus emisarios, hacía cuasi diariamen-
te, a que también coayuvaron los señores curas y sacerdotes que ahi existían
con este fin; cuyas palabras, hechos dardos, penetraban sus emperdernidos
pechos, para lograrse el más feliz de la reconciliación, paz y sosiego, que sin
merecerlo disfrutan estos dilatados territorios.
¡En qué estado ha puesto esta bárbara e inculta Nación, por desaten-
ta y descomedida a los sagrados Ministros del Cielo, sin reconocer, por no
agradecer los buenos oficios que desde la Conquista hasta ahora y siempre,
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156. Lib. de Consid. cap. 13. [nota del autor]
157. Varios Coadjutores asignados para. pasar a la conquista estuvimos en Palacio, esperando los nombramientos; y cuando Su
Señoria Ilustrísima dijo tales razones, quedamos no sé como, pues nos habiamos resuelto entrar seguros con nuestros soldados. [nota
del autor]
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