Page 368 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
Estado del Perú
ellos, cual otro valeroso Jacob, no a fuego y sangre, como tuvieron por conve-
niente ambos Excelentísimos Señores de Lima y Buenos Aires, sino con dulces
persuaciones, como amante padre, con silbos y traquidos apostólicos, como
vigilante pastor, con disculpas halagüeñas, como otro Vicario de Cristo, hasta
atraerlos al benigno y poderoso regazo de nuestros benignísimo, amabilísimo
y soberano Monarca de cuantos hoy han ocupado el Real Trono de España.
Vuestra Señoría Ilustrísima ha sido ese feliz, y más que feliz, en esta
tan victoriosa como sangrienta contienda; pues ha contrarrestado al Insur-
gente a favor de la Real Corona, entre tantos que también han merecido ser
caracterizados de ese noble como heroico beneficio. Vuestra Señoría Ilustrí-
sima ha sido ese aventajado en esa palestra, y ha puesto su Real junto con las
felicidades, para salir hoy más que nunca al teatro hermoso de las dichas; don-
de la emulación frenética, aunque no quiera abra sus ojos, y conteniendo su
audacia con el dogal su propia impaciencia, quede cautiva y más que cautiva,
a padecer los desprecios insufribles en las fogosas y sanguinarias ruedas de la
desdicha, de ver que Vuestra Señoría Ilustrísima es el despique del honor de
nuestro Soberano, desagravio de sus ofensas y nuevo restaurador de su Impe-
rio, con su poderosa y real mano. Así verifican los leales y nobles hechos de
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Vuestra Señoría Ilustrísima, de que es testigo ocular el Mundo, y el clarín de
su fama es el tiempo.
Parece paradoja lo que propongo, y no es sino una verdad muy ma-
nifiesta, en contraposición de la maledicencia que semejante a aquella ruin
chusma de langostas que abundaron en Egipto, quiere ofuscar los lucientes
rayos de los nobles y reales servicios de Vuestra Señoría Ilustrísima, que he-
chos un sol en la ardiente carrera de su cenit, bordando con pasamanos de
incendios, lucen ante la Real presencia. Pues no tiene Su Majestad otro leal
servidor tan celoso ni amante como Vuestra Señoría Ilustrísima, que sobre-
saliendo entre tantos valerosos atletas, que ha fecundado esta noble América,
se haya llevado la palma y laureles con gran ventaja; pues aunque corrieron
muchos en la palestra de esta conquista, ganar el puesto de dichoso, Vuestra
Señoría Ilustrísima, como verdaderamente un águila real Juan, como dice San
Agustín: aquila ipse est Joannes, corrió más que todos, y les ganó el premio de
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57. Publicó el indulto general, concedido por su Excelencia, en nombre de Su Majestad, y a todos se les volvió a dar sus fincas, casas
y demás posesiones.[nota del autor]
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