Page 17 - Padres de la Patria
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facilidad, fluidez y acierto porque las materias son de aquellas, en que han
adquirido un caudal suficiente de ideas y voces, y en que están ejercitados,
cuando en el otro se exponen a un manifiesto y preciso deslucimiento.
Además de ser poderosas y bastantes las razones indicadas para variar el plan
antiguo, no hay por otra parte el menor inconveniente, sino es que el proyecto
presente es nuevo; que nuestros mayores no conocieron, ni observaron otro
método de oposiciones; y que las constituciones de la escuela, practicadas por
tantos años y por tantos sabios, son contrarias a este nuevo establecimiento.
Pero estas no son dificultades que deben preponderar a las razones expuestas.
Lo nuevo no está reñido ni con lo bueno, ni con lo mejor: ninguna cosa es mala
en materias de esta clase, por sólo ser nueva.
Si nuestros mayores establecieron y practicaron lo que hasta hoy se observa,
tuvieron otras razones que ya hoy no subsisten, principalmente respecto de los
colegiales carolinos.
En las anteriores edades reinaba despótica la filosofía aristotélica: ella sola
ocupaba y manejaba el trono y el cetro de la razón: ¡que mucho se aplaudiese y
siguiese como una ley religiosa la máxima de jurar en las palabras del estagirita!
Nosotros mismos pensaríamos como nuestros antepasados o, a lo menos,
guardaríamos silencio, si no se hubieran variado las circunstancias o hubiéramos
vivido en sus tiempos. Pero hoy, que el mundo literario piensa de otro modo, hoy
que aún en España no sólo los colegios seculares sino también los regulares y
algunas de sus universidades han mudado de faz a sus estudios; y, sobre todo,
hoy que en esta misma capital no sólo el Real Convictorio sino lo que es más,
los Reverendos Padres Agustinos y los de la Buena Muerte siguen otros
sistemas opuestos al antiguo, sin escándalo de los demás cuerpos regulares y
acaso con aplauso de sus individuos particulares, ¿que cosa hay que nos
embarace? ¿Qué más debemos esperar?
Nuestra misma Universidad ¿no es cierto, que por espacio de veinte años
examina a los carolinos en la Filosofía que estudian, los aprueba y da por
suficientes e idóneos, para que pasen a estudiar la Teología o la Jurisprudencia,
asentando en sus libros las partidas de los exámenes y conclusiones generales
de esta misma Filosofía? ¿No es igualmente cierto, que para los grados mayores
y menores, y que en las mismas conferencias del curso anual se defienden
libremente opiniones y sistemas enteramente opuestos al de Aristóteles,
presidiendo y replicando en estas mismas actuaciones los catedráticos de la
escuela. ¿No es también constante, que los carolinos catedráticos de Artes
concurren con sus discípulos en los días de curso y les explican en las aulas de
la Universidad la misma Filosofía que estudian en el Convictorio? ¿Y qué hechos
más reiterados, más públicos y auténticos se podría desear para último
convencimiento de que la misma real escuela no sólo tolera y permite, sino que
también en cierto modo adopta y abraza el cultivo y estudio de una Filosofía
libre, y que comúnmente es conocida bajo del nombre de Moderna? En lo que
ciertamente es digna de nuestros reconocimientos y aplausos; pues no ha sido
obstáculo para que la razón recupere sus prerrogativas, y falsifica con su sabia
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