Page 21 - Padres de la Patria
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en  los  sucesos  del  Perú  y  lo  tocaréis  casi  con  la  mano.  Volved  la  vista  a  lo
                  pasado, y veréis que tres centurias de un gobierno entregado a la rapacidad y a
                  la  injusticia,  no  han  sido  capaces  de  torcer  las  inclinaciones  rectas  de  los
                  peruanos; ni de variar la índole naturalmente cristiana, con que los ha dotado el
                  soberano autor de la naturaleza.

                  En  medio  de  tantos  sufrimientos  a  que  una  servidumbre  permanente  los
                  sujetaba,  el  germen  de  la  virtud  no  ha  podido  sofocarse  en  su  corazón;  y  un
                  vehemente amor a la justicia y al bien de la humanidad, ha conducido de tiempo
                  en tiempo a los cadalsos los varones más ilustres.

                  Más si la paciencia y la moderación en medio de infinitos males han acrisolado
                  las  virtudes  peruanas,  la  arbitrariedad  y  la  crueldad  de  los  gobernantes  han
                  llenado las medidas del sufrimiento. Y desde el año de 1809 en que resonó en el
                  centro  del  Perú  el  primer  grito  de  libertad,  los  mismos  ultrajes  inferidos  con
                  despotismo, y sufridos con valor y constancia, han atizado la sagrada llama, que
                  debía purgar estas regiones de tanto perverso y de maldades tantas.

                   ¿Quién creería, oh peruanos, al ver vuestras desgracias en los años de 1810,
                  1811,1813  y  1815,  que  se  habría  de  efectuar  vuestra  libertad?  Pero  ellas
                  mismas iban preparando el camino de vuestra felicidad en las manos paternales
                  de la providencia. Sí. Los clamores y  gemidos de los pobres llegan al trono de la
                  justicia eterna; y movidos de ellos el Señor, “Yo me levantaré, dice y vengaré a
                  los humildes de  sus impíos opresores” (Propter miseriam inopum, et gemitum
                  pauperum, nunc exurgam dicit Domininus. Psalm 11, v.6).

                  Así  lo  hace  en efecto  y  su  sabiduría  eterna  suscita    un  genio  benéfico  en  las
                  orillas del río de la Plata: lo adorna con la prudencia, con la justicia y la fortaleza,
                  para  que  fuese  ornamento  y  consuelo  de  la  humanidad;  le  da  la  victoria  en
                  Chacabuco  y  Maipú,  para  hacer  libre  a  una  nación  tan  digna  de  serlo,  como
                  escarmentada de los opresores; y últimamente lo hace arribar a nuestras playas
                  arenosas el día de la Natividad de María Nuestra Señora en el año que acaba de
                  correr.

                  Aquí empieza la época de la felicidad del Perú; y desde este punto comienza a
                  tejerse una cadena de sucesos tan maravillosos, como favorables a nosotros, y
                  que sólo pueden ser efecto de una providencia soberanamente benigna en favor
                  de  estas  regiones.  No  es  menester  que      yo  moleste  vuestra  atención  con
                  recorrer todo lo que ha pasado a vuestros ojos; básteme deciros que cada paso
                  dado por los  que mandaron la fuerza opresora del Perú, ha sido para su ruina y
                  para nuestro bien: cada medida tomada para afianzar la tiranía se ha convertido
                  por ordenación divina en un medio eficaz para derrocarla, hasta el punto que los
                  mismos excesos de unos militares inmorales e irreligiosos han acelerado nuestra
                  suspirada independencia.

                  Muchos  de  los  soldados,  que  compusieron  la  fuerza  de  nuestros  enemigos,
                  impelidos de un profundo sentimiento de lo justo y conveniente pasaron a formar
                  la nuestra: porque el Señor derramó la luz en las mentes de los idiotas humildes
                  y  las  tinieblas  sobre  los  injustos  soberbios,  quienes,  ciegos  con  su  orgullo  y
                  espantados de sus  mismas maldades, evacuaron esta capital para que entrase



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