Page 67 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
las armas en defensa de la religión, de la patria y de las propias vidas, que están
igualmente amenazadas: para este intento tenía dispuestas cuatro compañías
de este gremio con sus respectivos oficiales, y de Comandante el Dean de mi
iglesia Don Manuel de Mendieta y como creció la zozobra y se temía la inva-
sión de la ciudad, mandé fueran todos conducidos al cuartel general con la
bandera eclesiástica, que se compone de las armas reales y varios jeroglíficos
santos, en quienes tenemos puesta y vinculada la mayor esperanza, quedando
mi casa sin la guardia correspondiente porque es, en mi atención, preferible el
beneficio público. A vista de este espectáculo se enterneció el pueblo y con este
ejemplo concurrirá cada cual al desempeño de sus deberes: Tampoco omitio
mi desvelo la custodia de los monasterios, que tengo tan en el corazón; disputé
de las religiones sus comunidades, para que pasaran con armas a aguardarles
y que no fueran profanados sus templos y estas casas santas.— En la copia
de las dos cartas que me escribió el Cura de San Sebastián, Don Faustino del
Rivero, en cuya jurisdicción acaeció la derrota de los indios, el día de ayer,
que incluyo a Vuestra Excelencia, hallará con más individualidad la relación
del suceso. Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia los muchos años que
deseo. Cuzco y diciembre veinte y dos de setecientos ochenta.— Excelentísi-
mo Señor.— Besa la mano de Vuestra Excelencia su más reverente servidor
y seguro Capellán.— Juan Manuel Obispo del Cuzco.— Excelentísimo Señor
Don Agustín de Jáuregui.—
(Al margen: Carta de Su Excelencia)
Ilustrísimo Señor mío: Las cartas de veinte y uno, y veinte y dos de
diciembre próximo pasado, me dejan enterado de las providencias oportuna-
mente tomadas por Vuestra Señoría Ilustrísima, en reparo de las incursiones
del traidor José Gabriel Tupa Amaro, como de los nuevos execrables delitos de
este rebelde y todo ello me dá a conocer la celosa dedicación de Vuestra Seño-
ría Ilustrísima, a oponer por su parte los medios más eficaces y conducentes al
resguardo de esa ciudad, y al restablecimiento de la tranquilidad, osadamente
interrumpida por un alzado con notable desacato y profanación de los altos
respetos de la soberanía y desaire de los magistrados, sin que al mismo tiempo
deje de descubrirse el sacrílego intento de resucitar la idolatría y supertición,
motivos todos tan poderosos, para empeñar no menos mis obligaciones, que
los del elevado carácter de Vuestra Señoría Ilustrísima, a los mayores esfuer-
zos para el absoluto desvanecimiento de unas ideas tan infames y perjudiciales
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