Page 68 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            a la religión y al estado, por lo que no dudo continúe Vuestra Señoría Ilustrí-
            sima sus saludables oficios, haciendo se conozca la iniquidad de los objetos
            del rebelde, a pesar de los colores con que maliciosamente los disfraza; y que
            me comunique cuantas noticias adquiera su celo para mi inteligencia y go-
            bierno en materia de tanta gravedad. Nuestro Señor guarde a Vuestra Señoría
            Ilustrísima muchos años. Lima quince de enero de mil setecientos ochenta y
            uno.— Ilustrísimo Señor.— Besa la mano de Vuestra Señoría Ilustrísima su
            más atento servidor.— Don Agustín de Jáuregui.— Ilustrísimo Señor Obispo
            del Cuzco.—

            (Al margen: Carta de Su Ilustrísima)
                    Excelentísimo Señor.— Muy Señor mío: en las de veinte y uno, y vein-
            te y dos del inmediato diciembre, que condujo el correo, tengo informado a
            Vuestra Excelencia cuanto ocurrió hasta entonces, acerca de la rebelión del
            Cacique Tupa Amaro, las contínuas fatigas en que nos ha traído este rebelde;
            no menos que el consuelo que en la expugnación de Urubamba, Huayllabam-
            ba y Calca, nos ocasionó el feliz suceso de nuestras armas, en la presente será
            preciso individualizar a Vuestra Excelencia los acaecimientos posteriores,
            para que pueda su atención formar una cabal idea del estado de las cosas.—
            Después de habernos tenido en notable confusión la total falta de noticias del
            tirano, por tener cerrados los conductos y vías de comunicarse, se supo por el
            correo de Arequipa, que los corregidores de las provincias de Lampa, Azánga-
            ro y Carabaya, que componen la parte del Collado y principal de esta Diócesis,
            se retiraron con toda la gente blanca a dicha ciudad, espantados inconsidera-
            damente del miedo de Tupa Amaro, porque éste, sin más acometimiento, que
            acercarse con un grueso de tropa, que según el más prudente cómputo llegaría
            al de mil y quinientos hombres de toda especie, les incutió tal terror, que man-
            dando los jefes de dichas provincias bajo de graves penas la retirada a los su-
            yos, fueron a buscar asilo en Arequipa, dejando libre el campo del enemigo.
            Esta, que ellos llaman honrosa retirada y yo denomino inícua e irrefleja fuga,
            ha sido tan perjudicial a nuestros intentos, que hoy es toda la causa de nues-
            tras inquietudes, del peligro en que nos hallamos y de otras malas resultas, que
            se han causado. Vió el traidor el paso franco, que le abrió aquella sonrojosa
            huída y así penetró, sin embarazo a todos los pueblos principales de Lampa
            hasta lograr en dicha capital el triunfo de incendiar su cárcel, casa de Cabildo,
            nombrar Cura y dar disposiciones consiguientes a su imaginaria soberanía. Ya



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