Page 91 - Padres de la Patria
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ganaría mucho más formando con ellos un solo Estado; y pierde subdividiéndose
                  en muchas partes, aunque queden estrechamente unidas”. Es preciso convenir
                  en  que  el  sistema  federal,  siendo  muy  complicado,  debe  ser  débil,  y  de
                  consiguiente poco favorable en los conflictos de una guerra, en especial si ésta
                  acaece  cuando  no  se  ha  entablado  aquél  sólidamente  y  el espíritu  público  se
                  haya por formar.

                  Esta  consideración  se  hace  tanto  más  fuerte,  cuanto  que  no  debemos
                  desentendernos del estado de nuestra haciendo pública, de la falta de crédito,
                  de la penuria de recursos después de una guerra desoladora que ha consumido
                  los pocos capitales que había en el territorio; y cuando las minas, única fuente
                  de nuestras riquezas, exigen para su explotación ventajosa enormes gastos, que
                  sólo podrán efectuarse cuando el espíritu de empresa y el amor al trabajo sean
                  el alma de nuestros ciudadanos. El gobierno federal demanda un gran tren de
                  funcionarios  para  el  desempeño  de  los  tres  poderes  provinciales,  y  además
                  todos  los  empleados  del  gobierno  en  general.    Los  productos  de  aduanas,
                  tonelaje,  diezmos  –supuesto  que  la  religión  debiese  quedar bajo  la  protección
                  del gobierno nacional–, etc., todos deberían ser propiedad de la federación, ¿y
                  con sólo este ingreso podría acudirse a los gastos del Ejército, de la Marina, de
                  la lista diplomática, del Congreso, del Ejecutivo general, de la Corte Suprema de
                  Justicia,  de  los  jueces  y  funcionarios  correspondientes  a  la  federación  que
                  deberían residir en los Estados y, sobre todo, de la deuda interna y externa, que
                  cada  día  crece  con  la  insolución  de  sus  intereses?  Dos millones  de  pesos  se
                  calculan  perdidos  por  las  aduanas  en  el  año  de  26:  quiero  que  suban  a  tres,
                  convirtiendo  por  un  prodigio  en  hombres  más  morales  a  los  empleados  del
                  resguardo  y  evitando  así  el  inmenso  contrabando.  Con  tres  ni  con  cuatro
                  millones  parece  posible  hacer  frente  a  los  gastos  indicados;  fuera,  pues,
                  necesario  distribuir  contingentes  a  los  Estados  confederados,  que  reunidos  a
                  aquellos con que éstos deberían recargarse para sus necesidades municipales,
                  impondrían  sobre  los  ciudadanos  un  peso  insoportable  en  su  actual situación.
                  ¡Qué  germen  de  revoluciones!  ¡Cuánta  imposibilidad  de  hacer  efectivos  los
                  cobros!    ¿El  Ejército  mal  pagado,  podría  llenar  los  fines  de  su  institución?
                  Confesemos que mientras nuestra seguridad exterior al menos no esté libre de
                  asechanzas, sería un ensayo muy funesto el pasar de la forma consólida a la
                  federal.

                  Añadiré a estas reflexiones una observación, a mi parecer decisiva en la materia.
                  Es bien sabido que los legisladores no deben inventar leyes sino revelarlas. Ellas
                  preexisten  en  la  condición  moral y  política  del Estado, ellas  no  pueden  recibir
                  vigor y fuerza sino de la aceptación espontánea y gustosa de los pueblos; esta
                  aceptación  no  puede  explorarse  de  otra  manera  que  consultando  del  modo
                  posible su voluntad. ¿Cuál es la voluntad de nuestros comitentes en la cuestión
                  actual?  Si se examina esa voluntad en sus Representantes, no he oído uno sólo
                  que se haya pronunciado por la federación hasta el día; los más apasionados a
                  estas  formas  quieren  se  retarde,  mientras  los  pueblos  son  preparados  a
                  recibirlas  con  fruto.  Si  exploramos  directamente  la  opinión  pública,  hallaremos
                  que ninguna de las imprentas de la República ha emitido un solo rasgo en favor
                  de la federación; las de la capital, en más de tres semanas corridas desde que
                  se anunció este punto en la sala, tampoco han dicho una palabra que la apoye.
                  Aún  más:  habiendo  los  periódicos  de  Bolivia  tomado  empeño,  de  resultas  de



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