Page 25 - Padres de la Patria
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amigos son los que la sirven; hace guerra al fanatismo y a la intolerancia política;
y sus enemigos son el crimen y el error voluntario. Tal es el carácter del
verdadero republicano, siempre igual a sí mismo, siempre obediente a la ley; y
así llega a rectificar por grados aquél espíritu público tan necesario que,
animando a los miembros todos de una sociedad numerosa, es la inagotable
fuente de los bienes de la república. Cuán distante se mira de este retrato el
patriota exaltado, que agitado del intolerante espíritu del partido no hiere sino en
los extremos y remata de ordinario en la más fatal anarquía. Ambos se
presentan bajo un mismo ropaje, ambos invocan la patria, ambos la aman, pero
aquél le da un nuevo aliento con sus cuidados y éste la ahoga con sus fuertes
abrazos al tiempo mismo que trata de acariciarla, y distan tanto entre sí cuanto
dista el fanatismo del verdadero espíritu del Evangelio.
Las falsas ideas que se tenían de las virtudes en el gentilismo, que divinizaba los
vicios más execrables, sirvieron de base a las antiguas repúblicas de Grecia y
Roma, para que se elevasen al más alto grado de honor y gloria. La religión de
Jesucristo ha cambiado la faz del mundo, ha dado su verdadero valor a las
virtudes cívicas y ha demarcado los vicios. Los Brutos y los Manlios no son ya
necesarios para cimentar la suerte de las repúblicas y el mismo Catón moderaría
su estoica rigidez si volviese a nacer. Las luces del día no exigen estos
esfuerzos extraordinarios del genio, tan superiores a la naturaleza del hombre, y
en los poderes bien deslindados hacen estribar el orden de las repúblicas; pero
el buen ciudadano respeta estas barreras, que él mismo ha levantado para su
propia defensa, y ve a su sombra refluir del centro de la prosperidad común de
los pueblos, la prosperidad doméstica en el seno de sus familias. Dichoso el día
en que la América toda, ufana con tales ciudadanos, pueda verse unánimemente
reunida sin las fatales y ridículas distinciones de localidad y de patria para trazar
los grandes planes que deben elevarla al sumo grado de riqueza y poder. ¡Ojalá
que antes de bajar a las sombrías mansiones de la muerte pueda yo ver este
sublime espectáculo, mayor sin duda de cuantos han visto hasta ahora la Europa
antigua y moderna! ¡Tiempo, acelera tu marcha, acelera el progreso de la razón
y filantropía: celebra ese en el apoteosis de la humanidad hasta ahora oprimida,
y coloca ese en el medio del atrio la espada de Bolívar, como prenda de nuestra
seguridad, para que sobre ellos los representantes del pueblo juren el fiel
desempeño de sus funciones y odio perpetuo a la tiranía!
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