Page 22 - Padres de la Patria
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en ella la paz y la justicia. Y ved aquí la aurora de nuestra dicha, que turbada
brevemente por una borrasca que amenazó a esta capital, tan heroica como fiel
a la patria, se ha convertido en el más claro día. Nuestros enemigos, obcecados
mucho más en su regreso que en su fuga, vinieron a insultar a un pueblo libre y
amante de la razón; pero el Señor los abatió del modo más glorioso, porque se
atrevieron a oponerse a sus designios: et in multitudine gloriae tute deposuisti
adversarios tuos (Éxod. 15,7); los disipó como el humo y puso en nuestras
manos la fortaleza del Callao por los mismos medios de que se valió la ciega
injusticia para prolongar su existencia.
Más no han parado aquí los cuidados de la providencia en favor nuestro.
Entregados a nosotros mismos, no habríamos acertado a erigir un gobierno
conservador de nuestros derechos y de nuestra libertad. Nuestra anterior
calamitosa situación nos hacía carecer de bastantes hombres inflamados por el
amor del bien público e ilustrados con las luces de la sabiduría o, a lo menos, de
un suficiente discernimiento para buscarlos y distinguirlos; y tal vez el choque de
las pasiones y de las falsas luces nos habría reducido a no tener quien nos
gobernase, ni como gobernarnos, aun antes de terminar la guerra. Pero aquí
sale al encuentro el remedio preparado por la mano divina; y guiado por ella el
vencedor de Maipú toma el modesto título de Protector de la libertad del Perú; el
poder queda depositado en sus manos por la voluntad de los pueblos bien
expresada en sus operaciones y por el sagrado juramento prestado en este día.
¡Pueblos del Perú! Ya tenéis un padre de la patria vigilante por vuestra
ilustración y por vuestro bien, cuya única nobilísima ambición es contemplar
desde un honrado retiro vuestra futura felicidad, después de haberos conducido
a ella, cual otro Jorge Washington. Ya tenéis abierta la escuela de la sabiduría y
del patriotismo, para que vengan los ciudadanos a aprovechar en ella en esta
época preciosa, que debe desenvolver los talentos y las virtudes para el sostén
de la patria.
II
¡Peruanos! Bien veis cuanto hace la divina providencia, para prepararnos los
caminos de nuestro futuro bienestar; seámosle, pues, reconocidos y fieles.
Busquemos diligentes la sabiduría; ansiemos el oír sus palabras; amémosla y
tendremos su enseñanza. Ella es muy clara y nunca se marchita su luz; y
fácilmente se deja ver de los que la aman, y encontrar de los que la buscan.
Clara est, et quae nunquam marcescit sapientia; et facile videtur ab his, qui
quaerunt illam (Sap. 6, v. 13). Cultivemos las virtudes, estudiándolas
prácticamente en la sublime moral del evangelio; y adornados con ella podremos
servir mucho al bien de la sociedad; así como desnudos de ellas, contribuiremos
solamente a su ruina: vani autem sunti omnes homines in quibus non subest
scientia Dei (Sap. 13, v.1).
Tened presente que si la soberanía del pueblo esta reconocida como un dogma
filosófico, aun por la misma España nuestra enemiga, ella no puede traspasar
los límites de las leyes eternas de la justicia, ni aun los solemnes pactos, en que
han convenido las naciones y que forman el derecho de gentes. Por tanto
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