Page 358 - Vida y Obra de Vizcardo Guzman - Vol-1
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Volumen  1
                                                          Miranda, Viscardo y la difusión de la «Carta»
            es cosa rara, decimos, que no acordándose el seductor proclamista (de) las
            repetidas reales órdenes de Carlos P, de Felipe 2° y demás reyes de España so-
            bre el buen trato de los indios, sobre su libertad y exempciones, como que en
            toda la monarquía no hay vasallos menos pensionados que éstos, venga ahora
            diciendo que los reyes han sido usurpadores y tiranos de los indios, y que los
            españoles americanos, sin embargo, deben levantarse y sacudir el yugo de la
            obediencia, porque deben acordarse de la virtud noble de sus padres y antepa-
            sados. Dónde está esa virtud, si fué robo? dónde la nobleza de nuestros padres,
            si ellos fueron ladrones? En este abismo y aturdimiento caen por lo regular
            los que escuchan la pasión criminal de seducir. Mas como no todos conozcan
            el espíritu de la mentira, y el autor qué escribió esta Carta sepa muy bien el
            fanatismo que reina en México por los loyólicos, pica con mucha sagacidad
            este punto: se desentiende de la bula del señor Clemente catorce, y, como si
            aquellos padres no hubiesen tenido conjuraciones impías, robos, asesinatos,
            como si no hubiesen escandalizado al mundo entero ni hubiesen hecho tráfico
            de la religión y de las consciencias de los cristianos por el sacramento de la
            penitencia, nos los vende como mártires de la inocencia. Algo más: si el illmo.
            Melchor Cano dijo, hablando de la verdadera Iglesia, que es la congregación
            de los fieles de Jesucristo, que mirasen bien los que se arrogaban el título de «la
            Sociedad o Compañía de Jesús», no fuesen a decir, como lo acostumbran los
            herejes, que en ellos estaba la Iglesia; ahora, con esta Carta, se da a entender
            que ellos son también la sociedad civil, y el haberlos expatriado es el crimen
            más grande que se ha cometido contra la sociedad. Por qué no se recordarán
            los delincuentes todos que han pagado sus delitos en patíbulo? Acaso porque
            ellos no fueron de la sociedad?
                    Después de todo, y aunque tenemos honor de no haberlos conocido,
            no ignoramos los alborotos de Portugal, los de Madrid, los de Paraguay, los
            ritos de China y la Carta inocenciana y demás trabajos de venerables illmo.
            Palafox, cuya autoridad y las de los obispos todos hasta hoy día es conculcada,
            con las estriberas de hierro que en figura de cruz y con desprecio de la mi-
            tra sagrada usan todavía para cabalgar en América. Además, tiene un grande
            imperio en los discípulos de los jesuítas el probabilismo; y como con sus re-
            flexiones se burlan hasta de las censuras de la Iglesia, pues en habiendo título
            de caridad en nada se paran, qué diremos hagan con esta Carta, llena de patra-
            ñas alucinadoras? Por Dios, pues, por la Religión y por la Patria, suplicamos
            a V.S.I. que se digne tomar las más serias providencias contra esta Carta por



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