Page 146 - Vida y Obra de Vizcardo Guzman - Vol-1
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Volumen 1
                                                                    Prólogo a la primera edición
            contactos que pudo tener entonces con otros conspiradores hispanoamerica-
            nos, otras amistades que la casi única conocida del ministro norteamericano
            Mr. Rufus King. Se ignora también la fecha exacta de su muerte, la enferme-
            dad que la produjo, el lugar en que sus restos reposan. No se ha encontrado
            tampoco entre los papeles de Miranda el manuscrito original de la Carta que
            nos permitiría esclarecer definitivamente tantos aspectos aun ignorados de
            su redacción, de su estilo literario, de sus fuentes, de la parte que en el tex-
            to impreso corresponde a Miranda. Pero sobre todo la futura investigación
            tiene por recorrer varias rutas en procura de nuevos testimonios sobre la pe-
            netración de los textos de Viscardo en América: manuscritos o impresos de
            las varias ediciones de la Carta, en archivos y bibliotecas públicas y privadas;
            búsqueda de ejemplares de la edición de Londres de 1810, en español, aun
            no hallados. No es improbable, en fin, que aparezcan otros escritos suyos de
            importancia política e ideológica, perdidos entre el cuantioso legado de pa-
            peles que recibieron primero Rufus King y luego Francisco de Miranda. En el
            campo del análisis textual caben aun muchas comprobaciones en el cotejo de
            la Carta con otros documentos políticos contemporáneos e inmediatamente
            posteriores, y aun seguir sus huellas hasta la etapa final de la independencia
            hispanoamericana.
                    En tanto la investigación avance por esos u otros derroteros, es un he-
            cho que Viscardo comienza a ocupar el lugar que le corresponde en la historia
            de la emancipación peruana e hispanoamericana. Es cierto que el entusiasmo
            patriótico y la buena fe nos ha deparado por obra de artistas como Artemio
            Ocaña y Joaquín Ugarte y Ugarte efigies imaginadas de Viscardo, sin sustento
            en iconografías ni siquiera en retratos literarios autorizados, y con una indu-
            mentaria muy probablemente distinta a la eclesiástica que Viscardo usó hasta
            su muerte. Pero, en cambio, el pedestal de su más perdurable monumento, que
            son sus breves escritos, se consolida, se difunde y se conoce mejor día a día su
            mensaje, por las respetadas ediciones de la Carta en estos años.  A tal punto
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            que es ya un clásico del pensamiento político hispanoamericano. Personaje
            crepuscular y elusivo, Viscardo sólo ha necesitado dejarnos, para la perpe-
            tuación de su memoria, el legado de unas cincuenta compendiosas páginas,
            porque ellas significaron en su tiempo el estadio más alto de la conciencia
            histórica y del horizonte intelectual hispanoamericano.
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            204. A las ocho ediciones que hemos estudiado, de 1799 a 1822, habría que añadir no menos de otras 20
            aparecidas en el presente siglo.


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