Page 20 - La Rebelión de Huanuco - vol 3
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Volumen 3
Autos seguidos sobre el descubrimiento de los autores de la rebelión de Huánuco - Segunda parte
sona que lo aconsejase, custodiando cada una de las puertas de su avitación, y
estando los ynsurgentes atentos a cada uno de sus movimientos.
Se vio forzado a entrar en todo el desorden, conteniendo en parte
aquello que podía y dando órdenes de pacificación, y de no cometerse los
robos. Si se vio obligado a despachar oficios subvercibos que sublevacen las
demás Provincias, fue por livertar su vida, por que como las muchas cosas que
firmaba, no savía lo que hacía.
Mi parte lloró con dolor de su corazón el saqueo de los días veinte y
tres, y veinte y quatro verificadas en esta Ciudad, igualmente que las muertes
acaecidas en esos días, y como su espíritu estaba conturbado del temor, no
tubo el menor arvitrio para escusarse de la elección que hicieron los mismos
insurgentes de su persona, en Gefe de ellos, y por que consideraba que al pre-
sentarse a la frente de las tropas de Vuestra Señoría havían de ser mas dóci-
les, y no tan tenases en quererse defender contra la lexítima autoridad. Pero
quando vio esa ciega obstinación caminando a obscuras por el fatal paso de
su perdición los reveldes, de cuya obstinación la luz fue la misma caída; no
supo determinar otra cosa que la fuga, que lo condena. ¿Y cómo podía ni aun
someterse antes de la fuga a la piedad de Vuestra Señoría si estaba fulminada
la sentencia de vida para los Ynsurgentes, contra aquellos que buscasen ese
respetable acilo?
Señor Governador las angustias que padece mi corazón con este en-
cargo, es inponderable, queriendo desempeñar como corresponde al honor
que me aciste, y por otra viendo la miseria a que está reducido mi parte, me
veo en un caos de confuciones, sin saver que medio tomar en esta exsena la-
mentable; y así expondré que deven notar, y tenerse presentes sus honrrados
procedimientos, cuya conducta jamás fue tildada de la menor señal de poca
obediencia a las autoridades lexítimas, antes de la presente causa, como se
prueba por las repetidas señales que ha dado de su fidelidad, sin desviarse de
la Leyes, y abominando todo lo que sea seducción.
La desgracia de un talento escaso precipita a mi parte al último supli-
cio, es preciso confesarlo; pero también es preciso que de un hombre de tan
cortas luces tenga la justicia piedad, sin cargarle toda la mano, y su peso, por
que quisá con otras luces, y otras advertencias, hubiere obrado, como verda-
dero patriota, amante de la quietud, y del sociego, como lo ha sido mi parte.
Ni se puede hacer una defenza con arreglo a las Leyes, y como conven-
ga más al derecho de mi parte, por la falta de un letrado que sepa deducir las
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