Page 210 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen  1
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            muerto; que al señor Ministro lo habían puesto preso de resultas de estos al-
            borotos, y otros delirios semejantes que se apoyaban con ejemplos igualmente
            disparatados; y entre ellos se hacía valer como decisiva la nota de una Gaceta
            de Madrid, en el capítulo de Londres, en que hablando el ex Jesuíta y levanta-
            mientos, se decía no haberse puesto aduanas, ni nuevos derechos.
                    (Cap. 97).— Estas cantinelas con más o menos fervor duran hasta aho-
            ra. El Padre Landaeta escribe desde Chuquisaca que el señor Guirior había
            recibido carta del príncipe nuestro señor llena de satisfacciones y de deseos de
            verlo. Que el señor Obispo de Arequipa le trajo pliegos del ministerio asegu-
            rándole, el señor Ministro, que ya estaba desengañado de las calumnias con
            que lo habían sindicado. Por otras partes, afirman que, a vuestra señoría, le ha
            venido la información que, fingen recibir, para hacerle ver al rey que el señor
            virrey estaba loco. Y, don Juan Gómez, le ha asegurado al catedrático de Mate-
            máticas don Cosme Bueno que en ella estaba su firma y que ahora vería cómo
            probar la verdad de lo que dijo.
                    (Cap. 98).— Si todas estas malas resultas de la facilidad en hablar fue-
            sen en un tiempo de paz interior y exterior, serían menos perjudiciales, pero
            en las circunstancias de una guerra tan activa como la que tenemos, de un
            levantamiento cuasi general de indios, han sido infinitamente perjudiciales.
            Ellas me han obligado a pasar todas las revistas, en cuyos primeros pasos se
            iban descubriendo usurpaciones enormes, me han impedido reformar las or-
            denanzas de plateros y establecer el quinto, me han obligado a sobrellevar la
            paga del encabezamiento de hacendados, sin embargo de haberlo transigido en
            diez mil pesos cada año, que fue lo mismo que pidieron, siendo así, que el del se-
            ñor Amat era de 14 mil, cuando el alcabala corría al cuatro por ciento y regulada
            al seis debía ascender a 21 mil pesos; y después de todo aún no se ha cobrado.
                    Me han obligado a condescender (con la interposición del señor virrey
            actual) para que los trigos de Chile no paguen un real de derechos; me han
            atado las manos para no arreglar las aduanas y alcabalatorios de fuera de la
            capital, especialmente el de Arequipa que está sobre su palabra. Han echado
            por tierra el plan que tenía formado para el arreglo de los cabildos de las ciu-
            dades y el buen régimen, corrección de ordenanzas, y arreglo del comercio, y
            tribunal del Consulado; para la reforma de las ordenanzas de minas y medios
            de prosperarlas. Finalmente para otros mil objetos que, si no me engaño, se
            hubieran podido llevar a debido efecto, en bien y provecho de este mismo
            reino, a quien se le ha enseñado a desconfiar de su rey y sus ministros.



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