Page 593 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-6
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Guerrillas y montoneras durante la Independencia
            único delito era persivir los gritos de la naturaleza seguid con ojos atentos esas
            mansas obejas desde el momento en que unos viles opresores las arrancan
            con violencia de lo interior de su retiro, del seno de sus familias, las arrastran
            ignominiosamente á los calabosos, y desde los calabosos al pie de un Tribunal
            eccecrable, ó mas bien a una caberna, en donde unos tigres, y panteras disfra-
            sados en Jueses las cargan de oprobios, vomitan contra su inosencia las mas
            absurdas calumnias, provocan contra ellos las maldiciones y clamores de una
            gavilla de antropófagos, que les rodean y despues de un fantasma de proceso
            insultante y burlesco, las embian á una camisería que no tiene ejemplar en la
            Historia de las Naciones. Para que nada falte á la amargura del Cáliz, se trata
            á los hijos de Dios como malvados é impíos: Se les conduce al suplicio, en
            medio de una turba llena de furor, cuyas miradas lansan la muerte, sus gritos
            piden sangre, y no saciada la tiranía llega á envidiar á los instrumentos del
            castigo su fatal oficio. En medio de tan deshecha borrasca a donde quiera que
            vuelvan los ojos encuentran bestias feroses y no oyen mas que aullidos. En este
            abandono de la naturalesa á nadie reserban esos monstruos de la especie hu-
            mana: no á los ancianos que troncos casi secos apenas vejetaban, con sus afi-
            lados sables, cortan los preciosos estambres de sus vidas: no á los parbulos, de
            los que nada podían temer, ni menos esperar su codicia segaban como tiernos
            bastagos sus inocentes cuellos. ¿Pero como es posible referir mas de lo mucho
            que paso en silencio, sin que se estremesca la humanidad, y la Religión?
                    ¡O Religion Santa! ¿Donde estás? ¿Cómo á tu presencia se cometen
            tan horrendos sacrilejios con esos vasos de honor consagrados por tus santos
            oleos y palabras? Sin duda te has retirado á los cielos, y corriendo las cortinas
            de sus densas y llorosas nubes, has manifestado tu gran sentimiento y ocultan-
            do tu semblante, por no mirar tantos horrores y crueldades, que tú condenas
            separando de tu comunion a tan sedientos antropófagos. Tu gran Ministro
            Ambrocio fulminó el mas terrible anatema sobre la cabeza de Teodosio por
            haber decretado la matanza de Tesalonica. ¿Y solo en el Perú quedaran impu-
            nes tantos crímenes y agreciones contra la Religión y humanidad? ¡Los mas
            sanguinarios Herejes no causaron tantos estrágos con su fanatismo! ¡Hay! Los
            Templos de la alianza arrasados á violencia de un fuego deborador, las pie-
            dras del Santuario arrojadas por las calles y plazas: llenos de yerba los atrios,
            y lo que es peor ¡Estremeceos cielos! ¡Desplomaos columnas del firmamento!
            El Dios de las alturas que sostiene la inmensa mole del globo, y conmuebe las
            sombrías selvas del desierto, és conculcado por animales inmundos en Huaillay,



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