Page 594 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-6
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Volumen 6
Anexos de 1820-1825
Pasco, y Yauli. ¿Y las costumbres? No vieron tanta vejación los dias de Noé.
La disíplina tristeniente abatida, la santidad de la Ley comvatida, despreciado
el culto del Señor, manchados los sábados, y la virtud perseguida. Parece que
para obscurecer la hermosura de la hija de Sion habia bomitado el infierno sus
mas negros humos. ¡Iglesia Santa! ¿No fué esta tu cituacion cuando llorabas
los asesinatos cometidos en las personas de tus sagrados Ministros? Junin,
Jauja y Huarpa, sollosan sobre los cadáveres deshechos á valasos de los Sernas,
Rivéras, y Relijiosos Franciscanos, sin que la sangre de la victima que corría
por sus manos los redimiera de tal barbarie. Involuntariamente me arrebata el
espiritu á la quebrada de Iscochaca: Una luz agonisante me descubre. ¡Hay de
mí, que no habia presajiado el golpe del cuchillo que yere mi corazon! ¿Pues que
ha sucedido me preguntareis? Alli veo el espectáculo mas funesto y lastimoso que
se ha presentado jamas a la compasion. ¡Tanta miseria sin alivio! ¡Una victima sin
aucilio para su pobresita alma! No, no puede escucharse mas tan triste narracion.
Con tanta violencia la prosigo: mi imajinacion se horrorisa al ver al
infeliz Ledesma humillado á los pies de un verdugo sacrilego, implorando por
la sangre que virtió Jesucristo en el Calvario, tiempo para vever las aguas de la
reconsiliacion, pero aquel Caribe mas duro que el bronce profanando con su
lengua pestífera el nombre que habia invocado el Ministro de paz enristra la
espada, y atraviesa de parte á parte al unjido de Dios: descarga nuebos golpes,
le arrastra por todas partes como un trapo inmundo ó tiesto despreciable, sin
haber quien oculte su pudor, ni conforte sus miembros con la Unción Santa
para la carrera de la eternidad, le arroja á las aguas. ¡Que dolor, que inhuma-
nidad! Apartate, desvíate de mi cuadro terrible, que reuniendo en tí los rayos
del dolor reflejas en mí espiritu; no puede sufrirte mas mi vista: Eres dema-
ciadamente horroroso para que yo buelva á mirarte otra vez: las héses de mi
corazon se rebotan, y agolpándose á mis ojos les inundan de ardiente y rojas
lagrimas, me embargan la lengua ya no puedo articularla.
¡O Dios Altisimo esclamaré yo ahora atónito! ¿Que mano prevendrá
tablas para tantos miserables naufragios? ¿Quien será la paloma que anuncíe
serenidad en tan gran dilubio? ¿Quien señores? Ya lo he dicho. Simón es el
macabeo de nuestro siglo que ha resivido del cielo tal comicion. Consolaos
hombres oprimidos: enjugad vuestros sollosos. Unas lejiones cuya ecsistencia
ignoráis vuelvan á socorrernos. Su valor cual llubia favorable hará que á vues-
tros días de tristeza sucedan otros de consuelo: saldréis de vuestra esclavitud y
sereis restituidos á vuestros derechos.
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