Page 595 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-6
P. 595
Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Guerrillas y montoneras durante la Independencia
¿Visteis alguna vez una despreciable nubesilla que al lebantarse del
suelo apenas da otra idea de si misma que la de un lijero vapor que sale de
la tierra pero que ajitada despues de los vientos se viste de pardas sombras,
obscurece todo el orisonte, y engruesando sus hálitos, ya rompe en horrorosos
truenos, ya hace estremecer á las jentes con sus relámpagos, y ya inunda la
tierra con sus aguas? Pues á este modo el Ejercito Libertador despues de tantos
contrastes, se engruesa maravillosamente con los prodigios de actividad que
obra el Dictador de la República, y bajo sus auspicios penetra elevados mon-
tes, cuyas sendas presentan á cada paso un precipicio: estrechas cordilleras
cubiertas de niebe que embargan el paso á los mas robustos jumentos: áridos
desiertos espesos bosques y llanuras incultas para dejarse ver de estos cautibos
que lo esperan deshechos en lagrimas y jemidos. En efecto pisan algunos de
nuestros (Entre renglones: Angeles) Tutelares trayendo en sus alas la reden-
ción el primer teatro en que recojeran dorados laureles que adornaran sus cie-
nes. Un nuebo espíritu anima sus miembros. ¡Quantas enhorabuenas, cuantas
felicitaciones, que efusiones tan sinceras de unión, y cordialidad respiraban
aquellos nobles pechos! El nombre solo de la libertad de sus hermanos recrea
sus sentidos dulcifica sus labios y hace resonar á sus oidos un consierto suave y
armonioso. Olvidados de su ecsistencia prorrumpen en estas palabras. «¡Oh! Yá
llegó el anciado dia en que vamos á fijar una Independencia racional y justa».
Pero el despotismo que envanecido con el dilatado numero de vic-
torias, usurpaba a la deidad el sublime atributo de la Omnipotencia, intenta
agregar á sus ensangrentados trofeos la lastimosa destruccion de los fuertes de
Israel. La tirania confiando en el aparato de sus armas “destruyamos”, dice, á
los deviles, y divididos sus despojos se hartaran nuestras falanjes de su muerte.
Y cual si una horrenda nube se desplomará sobre aquel citio rasgándose en es-
pantosos terremotos y truenos, asi fue el estruendo y la esplocion de la caballe-
ría que en carga serrada imbade nuestras columnas, transformando al instante
aquel hermoso suelo en sangre, y lamentos, y repitiendo sus esfuersos aquellos
furiosos leones, cuyas primeras ventajas les prometían el triunfo, se acresentó
hasta el estremo la jeneral consternacion. ¡Hay cielos! ¿Quedaremos sumer-
jidos en una perdurable servidumbre? ¿Se marcharán para siempre nuestros
fiestos? Afuera temores vanos, afuera. El Dios de las Batallas inmortaliza los
brazos de nuestros fortisimos á cuyos irresistibles golpes se desorganisan las
lineas enemigas, se turban los gefes, desmayan los robustos, y se rinden tem-
blando. Todo es confucion, grita y lamentosa vocería del innumerable jentio
594