Page 996 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 7
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Volumen 7
Causas criminales contra los rebeldes
Cardeña, en todos los pueblos de la provincia; y que finalmente, a vista de ellos
derramé muchas lágrimas por las penalidades que padecía. Los referidos testi-
gos hacen plenísima probanza por su carácter, estado, empleos y esclarecidas
virtudes y porque son testigos de vista, de cierta ciencia y algunos en hecro
propio.
Verdades como lo tengo expuesto en mi confesión, que habiéndome
restituído Tupa Amaro a la posesión de mi hacienda de Tiquiña, después de
la muerte del Corregidor de Tinta, por haberme dicho que tenía orden del
Superior Gobiemo, para haber ahorcado al Corregidor, como también para
administrar justicia, desagraviar a los injuriados, escribí con sinceridad y de
buena fe a mi madre Doña Manuela Fuentes, una carta en que le aviso de la
restitución de la hacienda y le digo que estoy grato y reconocido a Túpac Ama-
ro; y con la misma simplicidad y creencia de que Túpac Amaro procedía de
orden del Excelentísimo Señor Virrey, concurrí a su expedición en Sangarará;
más habiendo advertido que el Señor Virrey no podía darle comisión para el
incendio de la iglesia, ni para las muertes y estragos que ejecuté allí, conocí
que era supuesta y simulada dicha comisión, de que se jactaba Túpac Amaro y
al punto me retiré harto sentido del engaño que padecí y procuré dar todas las
relevantes pruebas de mi fidelidad al Rey Nuestro Señor que llevo expuestas.
Sin que a esto obste lo que exponen Don Francisco Molina, Manuel
Galleguillos y Mariano Banda, a saber, que cuando el rebelde vino a esta ciu-
dad yo quedé en la hacienda de Tiquiña, de su orden, para que hiciera moler
maíz y se lo despachara; que el rebelde me ordenó repartiese las grutas de mi
hacienda a sus soldados y que su mujer Micaela Bastidas me envió a pedir la
plata procedida de las moliendas del molino, porque esto no fue asi, sino que
Rafael Rado y Pedro Mendigure, a quienes Tupa Amaro puso por depositarios
de la hacienda, cuando se apoderó de ella, le despachaban hortalizas y alguna
cantidad de maíz cocido para su gente; y si yo le envié los veinte pesos de la
molienda, no fue para auxiliarle, sino por redimirme de la muerte con que
diariamente me amenazaba.
En todos estos hechos, lejos de encontrarse la mas leve ofensa al Rey
Nuestro Señor resplandece mi suma fidelidad y amor hacia Su Majestad y una
heroica constancia en tolerar las penalidades y trabajos que llevo referidos,
por conservarla en toda su pureza. Asi distantes de ministrar mérito para mi
castigo ofrecen muy justa causa para que Vuestra Señoría apruebe mi fideli-
dad y mi conducta.
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