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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            deliberado vuestro perdon despues de un maduro acuerdo precedido de jui-
            ciosas y cristianas reflecsiones? Esté lexos de vosotros tan bastardo modo de
            pensar; habeis ia tenido en vuestras manos la gracia firmada del Señor Virrei,
            que es el vicegerente de nuestro inclito monarca el Señor Don Carlos terce-
            ro, que Dios guarde, quien condena, a los que condena y absuelve a los que
            absuelve su Virrey. Los demas jueses inferiores y gefes de guerra solo pueden
            executar lo que se les manda y assi no ai que temerlos sino en caso de conti-
            nuar reveldes; dejandolo de ser todos seran vuestros intimos amigos y a porfia
            os estrecharan entre sus brasos. Lograd hijos mios esta oportunidad de volver
            a vuestro reposo; este es un tiempo aceptable para vosotros i el dia de la salud;
            si por vuestra ligeresa lo perdeis vendrá el termino fatal, en que sea irremedia-
            ble la ruina.— Tengo ia precentes vuestras quejas, i en orden a ellas he hablado
            bastante claro en mi pastoral tratando de algunos abusos de particulares, que
            no son raros en el mundo; pero ia no estais satisfechos con las providencias del
            superior govierno? No se han quitado ia esos repartimientos, cuios agrabios
            haveis expuesto? El Exelentisimo Señor Virrey y el Señor Vicitador General
            Don Joseph Antonio de Areche, cuios rasgos de bondad estais palpando re-
            conocieron vuestra causa y la han resuelto de un modo, que jamas veran las
            provincias negociaciones de corregidores. Dejad pues ia esas armas que haveis
            convertido contra vosotros mismos y ceñid la de la moderacion cristiana en
            el exercicio de las virtudes.— Entrad en vuestras yglesias y aprended en los
            sepulcros que os han de recivir las lecsiones de morir bien; derramad alli vues-
            tros corazones en la presencia del Señor que tanto haveis ofendido. Entonad
            sus canticos y dadle gracias por que todavia mantuvo en vuestras almas algu-
            nas centellas de religion entre las cenisas del olvido de sus precectos; reparad
            los atrios de esos templos y si los viereis inmundo y montuosos, como los de
            Jerusalen desolada por haver merecido las iras de Dios, soltad el torrente de
            vuestras lagrimas y dejadlas correr que jamas tuvieron objeto mas noble, ni
            causa mas justa. Encended el sacro fuego que ardia en el santuario y rogad
            a los ministros del Señor, que os renueven la adorable precencia de vuestro
            Dios Sacramentado; frequentad como mas obligados las funciones devotas y
            augustas ceremonias de la Yglecia; asistid reverentes a los misterios sagrados
            y haced estimacion del precio de vuestro rescate ofrecido en los altares; pro-
            testadle a vuestro buen Dios que ia no lo dejareis mas y que vuestra memoria
            será el fiscal de vuestras acsiones.— Respetad a los sacerdotes que han cami-
            nado en busca de vuestra salud eterna y escuchad su doctrina, como que es la



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