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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            que sino lo haces asi, rematare tus vienes, tu familia y a ti te pondré en una
            horca y vaia con este pasage que experimentó vinó desaforado Castro en bus-
            ca mia, y me encontró en el canto del pueblo donde lo cité y me contó su tra-
            gedia y le dixe, compañero este es un hombre tan absoluto que para el en este
            reyno no hai virrey, audiencia, obispo, ni tribunal que lo contenga, vengase
            usted a Tongasuca, que le dare las cien fanegas de trigos y parlaremos lo que
            conviene y con esto nos despedimos. Luego que partio el corregidor para los
            pueblos altos de facto vino Castro a quien le comunique mis designios encar-
            gandole el secreto. Hasta aqui ylustrisimo señor son palabras del revelde que
            las dixo en precencia de algunos saserdotes que alli estabamos con el de donde
            nos fuimos otra vez a Tinta a continuar nuestra cautividad.— Mediante el
            encargo privado que me hizo el señor vicitador general a fin de que yo pudie-
            se descubrirle al revelde algunas palabras en que se dexase conocer de algunos
            ynfluyentes o partidarios, que fomentasen su atrevida reveldia, me estreche
            con el y no menos logre que una noche me conversase hasta quasi el amanecer
            y haviendole dicho, no fuese capaz el solo de hacerle tanta vateria, sino estu-
            viese coligado y auxiliado de otros sugetos que le guardasen las espaldas sepa
            vuesa señoría ylustrisima que con todas las diligencias y fatigas de una noche
            quasi entera apenas pude conseguir me dixese las palabras siguientes: Con la
            experiencia de las siete cavezas de aquellos ynfelices mosos del Cuzco, que
            solo por haver pensado y parlado entre ellos havia de haverme fiado de sugeto
            alguno que no me huviese denunciado ora sea por hacerme daño o por mere-
            cer o acreditarse de fiel vasallo; pues aun a Castro le comunique por recono-
            cerle obstilizado enteramente y conminandole no menos que con la pena de
            su vida si me dibulgase, como asi lo practico. Pues sepa usted que ni aun mi
            muger supo esta mi resolucion hasta que saqué al corregidor a la horca. Son
            tambien ylustrisimo señor las mismas palabras del revelde.— Concluio ylus-
            trisimo señor con decir que estuve en aquel pueblo de Tinta el espacio de un
            mes poco mas o menos sorpreso por el ynfame Tupa Amaro y cuidadoso del
            encargo del señor vicitador general y como leal vasallo de su magestad ancio-
            so de hacerle algun servicio propendí con todas mis fuerzas e industrias a es-
            cudriñar los minimos apices de su atrevida intencion; pero ni aun entre sus
            plumarios, ya llegados pude conseguir saver mas de lo que tengo expuesto.
            Finalmente no oí decir, ni traer a colacion el mas leve rumor de haver visto,
            vicitado, ni escrito a vuesa señoria ylustrisima aquel ynfame, por que hago
            juicio que vuesa señoria ylustrisima aun no le conocia. Y añado que me



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