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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            Totorilla (primera de la jurisdicción de Castro Virreyna) en la que no hallé nin-
            guna disposición de mulas, y sí dos cargas de leña que condujo un indio. Este
            informó que en la pascana nominada Llúracllama estaban esperando con toda
            providencia, por lo que obligué a los arrieros continuasen hasta ella que hay
            cuatro leguas; y tampoco hallé providencia; sin embargo, proseguí la marcha
            hasta los altos de San Martín, que hay cuatro leguas; y viendo que ni aún en
            estos había mulas que eran las ocho de la noche, que el mucho frío que hacia
            impedía a los reos el caminar; y que las mulas estaban cansadas, mandé hacer
            alto en un sitio que aseguraron los arrieros era pascana; y asegurándome de los
            aparejos, permití llevar todas las mulas al pasto. A la mañana siguiente reconocí
            el mal temperamento y situación en que me hallaba, y determiné salir de él; pero
            mandando traer las mulas, me respondieron que los arrieros y peones se habían
            huído la mayor parte de ellos llebándose muchas mulas, por lo que se frustró mi
            intento; y así mismo me avisaron de que en aquel territorio no se hallaba agua,
            por lo que reconocí el campo, y rompiendo y levantando algunos peñascos, des-
            cubrimos una poca aunque mala, la que mantuvo a la gente, hasta haber descu-
            bierto en una cuadra la suficiente. Luego despaché un propio al pueblo de Ha-
            yabi, por haberme informado un indio que estábamos distante cuatro leguas de
            él, con una esquela para el Theniente o Alcalde; pero dejándolo en poder de una
            mujer, por no haber hallado otra persona se volvió sin más razón. A las cinco de
            la tarde mandé un oficial con dos soldados, y éste pasó hasta el Tambillo, distan-
            te siete leguas, en el que se mantuvo, tomando las providencias que pudo, para
            juntar algunas mulas; y viendo que me hallaba cuatro días demorado en dichos
            altos, que la tropa tenía pocos víveres, y que habían fallecido dos indios, aunque
            muy ancianos, (como consta de las certificaciones que a Vuecelencia presento)
            tomé la resolución de marchar con la tropa a pie y los a mula, dejando las cargas
            custodiadas de una pequeña escolta, para cuyo efecto mandé traher las mulas
            que habían quedado; pero ni aun esto pude facilitar, por haberse muerto la no-
            che antecedente siete mulas, y no haber las suficientes para conducir los reos,
            con lo que sin más esperanzas que era el esperar las resultas del citado oficial, al
            siguiente día cuatro de mi permanencia, y a las seis de la tarde vino Don Pedro
            Villafuerte, asistente de Tabacos de la ciudad del Cuzco, diciendo en el instante
            que supo mis incomodidades, y aunque se hallaba con cien cargas de tabaco, las
            había dejado custodiada de sus criados; y que venía a sacarme de tan arriesgado
            sitio, trayendo para el efecto cien mulas. Se mantuvo en mi tienda hasta el dia
            siguiente; y poco después de amanecer, me dió parte el sargento de guardia de



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