Page 672 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen  4
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            más leve falta en el exacto y debido cumplimiento de mi obligación, hasta que
            Vueselencia se cerciore de los documentos citados.— Deseo que la importante
            salud de Vueselencia disfrute todos los alivios que apetece, y que Dios guarde
            a Vuecelencia muchos años.— Ica, y Noviembre doce de setecientos ochenta y
            tres años.— Excelentísimo Señor, beso la mano de Vuecelencia, su más rendido
            súbdito.— Jacinto Iriarte.— Excelentísimo Señor Don Agustín de Jáuregui.
                    Excelentísimo Señor.— Por superior orden de Vuecelencia fuí destinado
            con sesenta soldados y dos oficiales a la ciudad de Guamanga, para la conduc-
            ción y custodia de los reos, que en dicha ciudad debían hallarse, y traerlos a esta
            Capital. El día primero de Octubre de este presente año, puse en execución la
            superior orden de Vuecelencia; llegué el veinte y dos, y el veinte y cuatro despa-
            ché dos soldados de cavallería con cartas para los corregidores de las provincias
            de mi ruta, participándoles mi salida, con noticia de las mulas que necesitaba, y
            sabiendo que el Gobernador de Castro Virreyna, por motivo de sus enfermeda-
            des, no asistía en su provincia, considerando el atraso que originaria el que sólo
            a él se le participase el día en que emprendía mi marcha, por mejor diligencia les
            escribí a los Tenientes y Alcaldes suyos, noticiándoles el día determinado, que
            era el veinte y ocho del citado mes, y que aprontasen las mulas con esta seguri-
            dad. Dichos soldados justifican haber hecho esta diligencia, y haber entregado
            la carta-orden de Vuecelencia con suficiente anticipación, como parece por las
            diligencias en la citada orden. El veinte y cinco me hice cargo de setenta y cinco
            reos de todas clases y de tres certificaciones de otros tantos reos muertos, desde
            el camino de Cuzco a Guamanga, como de siete prisiones, dando de todo recibo
            al Comandante que los condujo de la ciudad del Cuzco. El veinte y ocho deter-
            mine la salida con ellos, habiendo esperado en este intermedio, se aliviasen dos
            reos que estaban gravemente enfermos. Dicho día veinte y ocho no se efectuó la
            salida, por no hallarse las mulas prontas, y el veinte y nueve marché a las diez del
            día, y a las cinco de la tarde me fué preciso hacer alto en una ranchería, distante
            dos leguas de la ciudad, nombrada Pucacasa, por no poder continuar la marcha,
            por estar las mulas cansadas, de cuya novedad di parte al instante al Corregidor
            por carta que le escribí, remitiendo así mismo otra a la hacienda de Quicama-
            chay, que dista cuatro leguas, diciendo me remitiese Don Domingo de Rosas las
            mulas que estaban en ella, de los Corregimientos de Cangayo y Guanta; y con
            efecto me las remitió el día siguiente, con las que llegué a dicha hacienda, y pasé
            aquel día hasta Totorobamba que hay ocho leguas; continué por la jurisdicción
            de Guanta y Cangayo, sin novedad, mi marcha hasta la pascana nombrada la



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