Page 590 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen  4
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            de que no había dado cuenta, en 25 años de Cura, aún entrando a su residencia
            visitadores de los Prelados, mis antecesores, con sólo este objeto.
                    Fué preciso después de muchos medios que se tentaron de indulgencia,
            revestirme de autoridad, para obligarle a aquellos deberes, y al de su comparen-
            do a la Ciudad. Resistió mis repetidas órdenes, monitorios y conminaciones; y
            llegando algunos de sus feligreses al extremo de impedir a mis comisionados,
            expeliéndolos de la población, a piedra; se hizo Don Antonio Arriaga, Corre-
            gidor a la sazón de la Provincia de aquella Doctrina, partidario declarado de
            dicho Cura, como que era su íntimo amigo, apadrinando y aún fomentando
            sus excesos, en tal grado que para hacer ilusorias mis providencias, influyó en
            aquella resistencia como en que algunos de vecinos se conmoviesen por medio
            de su Teniente Francisco Cisneros.
                    No excusé condescender con su respeto, en los términos que permita la
            política armoniosa con los Jueces Reales; y fué no inferirle pena alguna, conten-
            tándome con que estuviese en el lugar, e instruyese los libros de su cargo; pero
            debiéndose proceder al castigo de los reos que resistían los preceptos de la Jus-
            ticia Eclesiástica, era preciso recibir sumaria con las respectivas diligencias de
            oficios y exhortos al Juez de la Provincia, para el auxilio que en semejantes casos
            previenen las Leyes.
                    Don Antonio Arriaga, que en sus principios, por sí y sus tenientes em-
            barazó estas actuaciones; al fin prestó auxilio, para que arrestados los reos de
            aquel desacato en la cárcel pública de Tinta, sufriesen la pena condigna a su
            delito, que siempre sería al arbitrio del Juez Real, hallándose en estado la causa;
            mas atropellando este Corregidor todos los derechos, y aun lo mismo que había
            determinado, relajó las prisiones de los delincuentes, y cometió otros excesos,
            hijos de su inadvertencia, que dieron mérito a la censura (excomunión), en que
            le declaró incurso mi Provisor Don Juan Antonio Tristán, que siguió esta causa
            desde su principio.
                    Son notorios los recursos de fuerza que se interpusieron a esa Real Au-
            diencia, y todo lo demás que consta a Vuestra Señoría, por lo que continuamen-
            te le he informado. Al fin fué absuelto Arriaga, regresó a su Provincia, cobró su
            «repartimiento» y tributos (según parece de autos que se han seguido ante Don
            José Sánchez, Administrador de Rentas unidas de las capas del Cuzco, a repre-
            sentación de Don Eusebio Balsa, sobrino del finado Arriaga), la corrió toda,
            sin más novedad que las hostilidades y desacatos que causó a los ayudantes de
            las Doctrinas de Yauri y Caporaque, a que dirigía sus dardos por enemigo



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