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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
             conformándose su circunspeccion, proceridad de su persona, y calva estendida
             desde el craneo hasta el cerebro, que le hacia-espectable con el carácter que figu-
             raba, segun se me presentó. Se cactaba veneraciones de tal; besábanle las manos,
             postrábanle la rodilla, distribuia bendiciones, y persuadia á los suyos, que los
             eclesiásticos no hacian guerra, y solamente debian defenderse: así lo egecutaron
             en las invasiones de los rebeldes vecinos, fortificándose con una muralla casi
             inespugnable.
                    Ambos debemos consolarnos en la alternativa de nuestros infortunios,
             así por lo que toca á las aflicciones de nuestros rebaños y causa pública, como
             porque nos hieren en nuestras propias personas, pues convertidos en fieras vo-
             races nuestras ovejas, el prémio que nos corresponde es intentar destrozarnos
             el honor, único antemural de la dignidad para su respeto, de que en el exordio
             de esta carta hablé aunque generalmente á V. S. I. Y á la verdad llenaria volúme-
             nes, si le explicase estos justos sentimientos, pero ya que V. S. I. vierte los suyos
             hácia esos desconocidos beneficiados, me contraeré á tocar algo de los que me
             respetan, y ofenden igualmente á V. S. I., y son del número de aquellos que no
             queriendo entender el bien que reciben, por no obrar el con que debian satis-
             facer á las obligaciones de agradecidos, obsecados de su malicia, solo abren los
             labios unas veces, para implicarnos en la rebelion, y otras para hacernos causa
             de ella. Ya he sabido cuanto se ha estendido en este punto contra V. S. I. la male-
             dicencia, no solo de la abatida rudeza de la plebe, sino aun de las personas de su
             posicion, y que aparentan juicio, cerrando enteramente los oidos á la justicia de
             la intencion: porque no tiene este linage de gente vil, mas entendimiento que su
             pasion, ni mas egercicio que los agrávios, violencias, acusaciones y calumnias,
             con que se atreven hasta lo mas sagrado, si hemos de hablar con el Crisóstomo.
                    Pero lo que mas me admira, es que ha tomado tanto incremento este
             vicio, que ya no alcanza para desterrarlo el motivo ó remedio que el citado Pa-
             dre se propone. El siente que á los magistrados temporales se les dá veneracion,
             porque se les teme, negando con impia facilidad el respeto á los obispos, por la
             contraria razon de solo tener potestad espiritual:— Nam in principibus (habla
             de los seculares) urget metum in his vero (habla de los obispos) quanto timor
             Dei apud istos valet nihil. Pero ya este, vuelvo á decir, no es remedio, pues estoy
             informado que tampoco se ha podido librar de semejantes tiros nuestros dig-
             no amigo el Señor Oidor, D. Francisco Tadeo Diez de Medina, sin que lo haya
             puesto á cubierto de esos infames piratas de la humanidad ni su respeto, ni su
             heróica conducta, ni su lealtad, ni los recomendables trabajos que es constante



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