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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
noche se tomaron providencias bastantemente eficaces para impedir la deser-
cion que se havia empezado a notar con el mal exemplo que dio el Capitan
de Milicias de Moquegua Dn. Josef Antonio Cabello. Con las sillas, algunos
aparejos que quedaron, camas, y en partes con alguna tierra se formaron unas
trincheras en quadro que no sirvieron poco para abrigarnos de las piedras y
balas que disparaban los yndios. Al mismo tiempo se paso carta al Corregidor
de Puno, Curas de Vilques Chiquito y Guacané por el capellan Dn. Mariano
Basconcellos que exponiendose a bastante peligro, consiguió que llegasen las
cartas a manos de estos, y surtio el efecto que se deseo como se dira. Se recogió
con el mayor cuidado toda la polvora, balas y plomo que havia en el campo, y
haviendo conseguido hasta 75 del calibre del pedrero, todo lo demas se redujo a
cartuchos. Las cabalgaduras que havian quedado se colocaron dentro del cam-
po; y haviendo medicinado del modo posible a los heridos, y manteniendo la
tropa sobre las armas toda la noche, se consiguió al dia siguiente que todos se
hallasen en disposición de contrarrestar la multitud que por todas partes nos
rodeaban.
Para poderlos esperar con el mejor orden, se distribuyeron los fusiles,
lanzas y hondas de manera que apoyadas una de otras pudiesen incomodar la
inmediacion de los rebeldes. A la cavalleria se dió orden de estar muy lista al
montar y hacer su salida conforme lo exigiese la necesidad. Tomadas esas dis-
posiciones nos contemplamos fuera de cuidados, y en estado de poder rechazar
a los rebeldes quantas veces nos atacasen, haviendo formado la idea de mante-
nernos sobre la defensa quando la multitud se aumentase como lo anunciaban
las noticias.
Los rebeldes se mantuvieron en las cumbres y faldas de los cerros con-
fundiendonos con su molesta voceria hasta cosa de las doce y media del dia, en
que bajaron con un ayre de confianza de acabar aquella tarde con nosotros, e
inspirados de este pensamiento, nos acometieron por todas partes de un modo
que no es creible sino a quien estuvo presente. Distribuyeron los; rebeldes algu-
nos fusiles que trajeron en disposicion de que nos incomodaron por tres partes
diferentes. Se introdujeron con osadia dentro de nuestro mismo campo. No pa-
raban ya el juicio sobre las muertes de sus compañeros que los veian caer por
todas partes. Nuestros fusileros desde sus puestos hicieron mucho estrago. La
cavalleria apoyada de algunos de estos que se destinaron con este fin, hacia sus
salidas y peleaba con valor. Y cuando se creia que el castigo que experimentaban
los rebeldes, sirviese de freno a los demas, tuvimos el dolor de verlos mas
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