Page 82 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
ochenta y un años.— Excelentísimo Señor.— Besa la mano de Vuestra Exce-
lencia su mas reverente servidor y seguro Capellán.— Juan Manuel Obispo del
Cuzco. Excelentísimo Señor Don Agustín de Jáuregui.— Es copia de su origi-
nal.— Doctor Frias, Secretario.
(Al margen: Otra de Su Ilustrísima a Su Excelencia)
Excelentísimo Señor.— Muy Señor mío, con fecha de cuatro del pre-
sente expresé a Vuestra Excelencia el estado de las disposiciones del rebelde
Tupa Amaro y el deliberado designio de invadir esta ciudad; a este fin dirigió
su marcha, no ya por la quebrada, sino por las cimas de los cerros del circui-
to, moviendo a la desfilada su ejército, que según el computo mas juicioso se
componía de cuarenta mil hombres; de este modo siguió hasta la serranía de
Puquín, por cuya entrada intentó acometernos el día seis; y no se con que ob-
jeto se destacó por el Comandante General Don Gabriel de Avilés una partida
de veinte y cinco Pardos con su respectivo oficial, de los que vinieron de esa
capital y como inexpertos del terreno improvisadamente se vieron sorpren-
didos y derrotados por los enemigos; murieron diez y siete de ellos con él
que los mandaba, perdimos veinte fusiles con otras tantas bayonetas y pocos
menos sables; el traidor ufano con este triunfo que le presentó la casualidad
en su tránsito, le celebró toda aquella noche en contínuas salvas de artillería,
quedando lastimosa y consternada la ciudad de esta pérdida, que considero
grande en sus consecuencias.— Seguimos el siguiente dia con muchas zozo-
bras, sin que se descubriese la intención del rebelde que manifestó el ocho,
conduciéndose hacia la parte de la serranía de Piccho, en que los nuestros hi-
cieron su fuerte, así para impedir las avenidas enemigas, como para cortarle el
paso a la Pampa de Anta, principal objeto de Tupa Amaro, que le era fácil por
una llanura intermedia: a esta sazón se hallaba poco defendido aquel puesto
ventajoso, con un corto número de soldados y pocas armas de fuego; cuando
se descubrieron los designios del insurgente, comenzando con ardor a expug-
narnos y aunque era recelable cediera aquella gente a la fuerza, pero contuvie-
ron ésta los indios de Anta y Chinchero, con sus fidelísimos caciques, muchos
mozos de nuestra plebe y cholos aventureros, que se manejaron con valor en
este lance; y últimamente la Compañía del Comercio, compuesta de ciento y
tantos hombres bien disciplinados, que ocurrió al fin de la refriega en auxilio
de los que habían perseverado en el puesto, sufriendo siete horas de contínuo
fuego: La acción quedó indecisa por ambas partes; pocos fueron los muertos
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