Page 729 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
                    El sentimiento principal de Vuestra Merced contra mí, dicen, es haber
            despachado a mi hermano al Cuzco; sobre lo que le puedo decir, que con harto
            sentimiento mío lo dejé salir de esta su casa, porque era mi único consuelo en
            tiempo de tanta soledad, en este pueblo, con la ausencia de todos sus vecinos;
            pero fué preciso lo hiciese, lo uno por las repetidas cartas de mi hermano el
            Canónigo, quien le instaba se fuese luego; porque el Señor Obispo tenía, por
            sus ruegos, detenidas las órdenes que iba a celebrar, por lo que, como es sabido
            en este pueblo, ya había despachado sus cargas a fines del mes de Diciembre,
            y sólo lo detenía el ver en qué paraba su hijo Martín, con el tabardillo que
            le dió; y que un año ha que estaba en la Ciudad con su hija y otro hijo, estu-
            diando en la Santa Recolección, a fin de conseguir el ordenarse, y no perder
            cuatrocientos pesos de renta que consiguió en unas capellanías, de que tiene
            posesión. Lo otro, por qué se aceleró con su ida, fué porque al segundo día que
            ustedes regresaron del Cuzco, y se pasaron de este pueblo, corrió la voz que el
            Inca había ordenado que en todos los pueblos acabasen con los españoles; y
            aunque esto no se debía creer; pero como se vieron algunos hechos, y que esa
            noche que le enviamos con usted del obraje, cuando en mi casa y en presencia
            suya, me levantaron el testimonio de tener en mi casa soldados, lo hubieran de
            matar los mismos del chisme; por eso se precipitó a salvar su vida, que esto es
            de tanta estima que no se repara riesgo ni peligro, y que sin ella nada sirve; y
            lo mismo parece que ejecutara el más santo, lo que pongo en su consideración,
            para que no lo tenga por tan mal actuado.

                    Yo bien le dije que una vez que teníamos el favor sobrado (aunque sin
            mérito) del Inca y de usted, se sosegase y que ocurriría a las mercedes por un
            pase; pero todo fué en vano, porque le parecía que ya acababan; tal que em-
            pezó a hacer sentimientos contra mí, y como él es dueño de su voluntad y por
            solo heredero, no podía precisarlo a su quedada; y más con las razones que
            daba, lo dejé ir con Dios, de cuyo favor espero lo tendrá ya de sacerdote; con
            que vea usted qué culpa tendré yo en esto para gastarlo, y me quiera segregar
            de su amor.

                    Su ida fué al segundo día que ustedes se pasaron: ¿conque qué chisme
            ni qué cuento podía llevar éste, y más cuando no es hombre de ello, sino de
            una clara verdad como es notorio? Y caso que fuera con ellos, ¿qué aprecio
            harían los de la Junta, cuando éstos son chapetones? El pobre ha procurado y
            procurará pasar su vida, sin querer ofender a una mosca, y lo mismo hemos



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