Page 565 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
recibe emisarios, de otras diputados y de las demás cartas reverentes, con que
unos y otros le rinden vasallaje y obediencia.— Nuestro Señor guarde a Vues-
tra, excelencia muchos años.— Cuzco y Noviembre treinta de mil setecientos
ochenta.— Fernando Inclán Valdez.— Manuel Villalta.— Marcos Antonio de
la Cámara y Escudero.— Miguel Torrejón.— Joaquín Valcárcel.— Isidro Gu-
tiérrez.— Doctor Francisco Javier de Olleta.— Isidro de Guisasola.— José de
Lago.— Sebastián José de Ocampo.
(Al margen: Otra).
Excelentísimo Señor.— Al tiempo de salir el propio dirigido a Vuestra
Excelencia con la de treinta de noviembre, recibió esta Junta dos cartas: una
del Ilustrísimo Señor Obispo de esta Diócesis escrita a Su Ilustrísima, por el
cura de Ayaviri, provincia de Lampa y la otra del Corregidor de Carabaya
Don Miguel de Urbiola, acusando recibo de la convocatoria que le pase esta
Junta por la rebelión de Tupa Amaro. Dice, en su carta de veinte y dos de no-
viembre, que con el regimiento de españoles provincianos y los combinados
de las cinco provincias inmediatas, por estar de su acuerdo con sus corregi-
dores (que no los cita ni que provincias), eligieron el pueblo de Santa Rosa,
jurisdicción de la provincia de Lampa para la reunión y acordar el camino
que debían seguir para atacar al Rebelde; y que a los cuatro días de su fecha,
saldra con su regimiento y con todos los indios de su territorio a esperar en el
citado pueblo de Santa Rosa a los demás corregidores y tropas auxiliares.— La
noticia es favorable según la consternación; pero a experiencia nos hace ver
en la imprudente resolución del Corregidor de Quispicanche. Que a más de
quebrantar nuestras bien meditadas órdenes, creyó de buena fé a los mestizos
e indios de su provincia, cuando unos y otros le ofrecieron en desordenadas
veces que no esperase los refuerzos que remitía esta Junta, ni otros pocos mi-
litares que dirigiese la acción; que los que le acompañaban, mandándoles el
mismo en jefe, vencerían el campo contrario; que no debía dudar del buen
éxito, respecto del crecido número de indios y mestizos voluntarios que se
le agregaban de su provincia, en defensa del real pabellón y de la patria; que
todos sacrificarían gustosos sus haciendas y posesiones, ayudando a los bastos
con respecto a las posibilidades de cada uno y; que ultimamente lo menos que
estimaban en la ocasión era la vida, cuando con ella esperaba cada uno en
particular, lograr el vencimiento del tirano y sus aliados.— Estas peroraciones,
que expusieron con aparente fervor los indios y mestizos de Quispicanche, las
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