Page 338 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            de Armas, los vestuarios de los soldados, cartucheras, birretinas como tam-
            bién todos los bienes que pudo cargar del corregidor, dejando cerradas las
            puertas. Luego después le notificó al corregidor delante de tres testigos espa-
            ñoles, que fueron Don Hermenegildo Rojas, vecino del pueblo de Combapata,
            Don Felipe de Castro, vecino del pueblo de Pitumarca y Don Melchor Castelo,
            de Sicuani, la sentencia de horca y preguntándole al corregidor a Tupa Amaro,
            que por qué lo ahorcaba?, le respondió ser orden de Su Majestad; y diciéndole
            se la mostrase, dijo no convenir, que después se la mostraría y que sólo le con-
            venía el disponerse para la horca, sirviendo el mismo calabozo de capilla, ha-
            biéndole administrado confesor, que lo fue el cura de Pampamarca Don An-
            tonio López de Sosa; y para auxiliarlo en la horca, sirvieron los ayudantes Don
            Ildefonso Bejarano y Don Francisco Castañeda, en cuya compañía salió el día
            diez, viernes, a las diez de la mañana y llegando al pie de la horca que tenía
            puesta, donde tenía una mesa y un banquito, que degradado por mano del
            verdugo del empleo de Coronel de Milicias que fue de la Provincia de Tucu-
            mán, le quitaron el bastón y se lo presentaron a Tupa Amaro hincados de ro-
            dillas y lo recibió estando en su caballo blanco montado y puesto en él un Jaez
            del corregidor, de gran valor; se procedió a quitarle las demás insignias mili-
            tares y hecho ésto se le puso una mortaja de San Francisco y lo colgaron en la
            horca y al peso del cuerpo se reventó la cuerda, cayendo en tierra con el ver-
            dugo; y entonces uno de los dichos ayudantes le dijo, se llamase a iglesia y
            Tupa Amaru respondió, le iba la cabeza y que no le valía y con un lazo que
            sacó el mismo de adentro, echado al pescuezo del dicho corregidor, lo hizo
            colgar de nuevo y lo ahogaron; teniéndolo puesto en la horca hasta el sábado
            y quitado se le hizo el entierro el domingo doce y para su asistencia fue el de-
            clarante citado del Doctor Bejarano quien le enterró. Hecho esto procedió al
            recogimiento de todos sus bienes, que fueron veinte y dos mil pesos, que se
            hallaron en su habitación de Tinta, toda la plata labrada, que era bastante y
            muy buena, un espadín de puño de oro, tres bastones también con puño de
            oro, dos juegos de hebillas de oro, un tejo con diez onzas y media y otro de
            menos peso; y otros varios bienes, con toda su ropa de vestir, blanca y de color,
            que todo se regula a más de setenta mil pesos, con la cual plata, paga a la tropa
            que tiene alistada de mestizos, indios y algunos españoles; a los indios a dos
            reales cada día y a los mestizos y cabos a cuatro reales, que dándose el dicho
            Cacique con todo ello; y más de diez mil pesos en pellones y ponchos perte-
            necientes a su sobrino Don Eusebio Balza. Fue preguntado, ¿qué causa o mo-



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