Page 96 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. II
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Volumen 2
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            falta; hoy en la extrema decadencia en que se halla, llega a tocar el imposible del
            cumplimiento de la mita, porque no hay Indios que la sirvan, y es necesario que
            vuelvan los mismos, o que los caciques allanen la voluntad de dichos forasteros
            para que la completen pagándoles de su dinero el importe en que se ajustan.
                    Entonces van por escasez de gente a trabajar en unas minas ricas, y a sacar
            sus metales en beneficio público, y hacían el servicio del Rey como sus humildes
            vasallos en asunto de tanta importancia a la Real Corona y al Reino; hoy llenos de
            miserias van a servir a los que sólo tienen el nombre de mineros, que en su defi-
            ciencia de metales hacen granjerías de la mita, alquilando a otros los Indios de su
            Repartimiento u ocupándolos en escoger metales de la broza que llaman «aventu-
            rar», en que después de ser prolijo el trabajo los obligan a cumplir con la tarea del
            mismo modo que si estuviesen prontos los metales para cargarlos, de manera que
            la tarea de un día apenas la pueden ganar en tres.
                    La atención de Su Majestad benignamente manifestada en sus multiplica-
            das leyes y ordenanzas, no es otra que la del buen tratamiento y conservación de
            los Indios. Aún en el punto de mitas se hace preferente en Su Real piedad compa-
            rada la utilidad de la saca de los metales y extracción a sus riquezas; porque poco
            importarían éstas, si la extinción de los Indios las podía hacer poco duraderas
            porque faltando aquéllos, faltarían también éstas. La necesidad hizo oportuno y
            de menor inconveniente el auxilio• de la mita, ínterin poblado el cerro de Potosí,
            podía proveerse de trabajadores, sin la pensión de ocurrir por ellos a provincias
            remotas como es la de Canas y Canchis que dista más de doscientas leguas de
            Potosí. Considere Vuestra Excelencia que tornada ésta, y qué caminos para tran-
            sitarlos a pie, como lo hacen estos miserables indios. Ya se deja ver cuanto sería su
            trabajo, su incomodidad, y su molestia.
                    A más del tiempo que gastan en la jornada llegan ya destroncados, inca-
            paces de sufrir la dureza de la labor de la mina.
                    No es menos el vejamen que en aquella residencia padecen, porque ya
            parece que se ha hecho, o naturaleza o sistema el mal tratamiento de los Indios, al
            paso que se consideran y son tan útiles y necesarios. Por las diligencias practicadas
            ante los alcaldes de aquellos pueblos constan los servicios que sufren, las tareas
            indebidas con que son gravados y demás abusos que experimentan. Preséntalas en
            debida forma el Superintendente, porque aunque los indios tienen mal recomen-
            dada su verdad, después de todo son unos infelices, y son los que llevan el trabajo
            y la peor parte en su humilde condición; y la malicia para ponerse a cubierto de
            las resultas de su mal procedimiento contra unos naturales que tanta compasión



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