Page 645 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
«Sólo el Doctor Don Justo Martínez, Cura de la Doctrina de Yauri, en
la Provincia de Tinta, ha procedido contumaz en resistir la importante dispo-
sición que tengo expresada; y aunque en mi Superioridad Eclesiástica residen
facultades para haberlo ejecutado con apremios correspondientes a su escan-
dalosa inobediencia, consultando mi genio propenso a la conmiseración y le-
nidad, le prorrogué los plazos que pidió para exhibir ante mis comisionados
los Libros Parroquiales que documentan las partidas de matrimonios, entie-
rros y bautismos, y con mayor tenacidad se negó a dar el de fábrica, porque no
lo tenía, y los padrones tan necesarios para doctrinar a los indios, y hacer que
cumplan los preceptos de la Iglesia».
«Ninguno de los medios que me sugerían a la caridad y la prudencia,
fué bastante para estimular a este eclesiástico, a quien apercibí así por escrito
como de palabra, nombrando hasta cuatro veces subalternos que le intima-
sen mis autos; y como tanta rebeldía y detestable desidia, me forzaban por
instantes a tomar arbitrios más eficaces, le mandé que compareciese en esta
Ciudad a darme razón de su conducta, y entre tanto previne a un Cura de
aquella comarca que, personalmente, pasase a la Doctrina del reo, y lo trajese
asegurado, poniendo en su lugar un sacerdote idóneo; pero al entrar al Pueblo
de su destino se tumultuó la gente, ultrajándolo con improperios y amenazas
originadas, según infiero, por motivos bastantemente probables de la sedición
del Cura y de sus aliados».
«Para vencer este impedimento que sería en perjuicio de aquella igle-
sia, reproduje instancia, con apercibimientos graves, al Comisionado Cura de
Coporaque, Doctor Don Vicente de la Puente, ordenándole que puesto en la
Doctrina, movida por vicios y fines particulares, persuadiese a los indios y
mestizos sublevados a que dejasen cumplir mis providencias; pero lejos de
lograrse los fines que yo intentaba, se obstinó aquel Pueblo en continuar sus
ideas inicuas, persiguiendo con piedras al Comisionado y sus criados, y llegó
la insolencia a tal grado que cerraron las puertas de la iglesia, de modo que no
se pudo decir misa en aquellos días».
«Sin embargo de tanta defensa injusta que tuvo el Cura por parte de
sus feligreses, lo tengo recluso en uno de estos Colegios, y su Doctrina se ha
pacificado a beneficio y diligencia del Doctor Puente, quien después de hallar-
se agraviado no excusó oficio alguno conducente a la paz; pero fué provoca-
do y ofendido en su representación por un dependiente del Corregidor de la
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