Page 210 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
                                            Relación de la fundación de la Real Audiencia del Cuzco en 1788
                    La suavidad del gobierno daba realze a esta Politica. No se conocian
            penas, ni confiscacion de bienes. Creia que castigar en la hazienda, y dexar con
            vida a los delinquentes, era darles mas libertad para acciones mas execrables.
            Las penas capitales apenas se conocian; y si las exigia la enormidad del delito,
            el sucesor no perdia el estado que poseia el Padre criminoso. Las Leyes tenian
            tal estabilidad que a ningun Juez le era concedido mitigarlas, interpretarlas,
            agravarlas, ó mudarlas. No habia apelaciones ó evocaciones a Tribunales supe-
            riores y distantes. Un juez de sangre real era el ultimo recurso en los negocios
            intrincados que no se podian resolver con facilidad; y este ilustre Delegado
            pasando a los lugares del pleito, decidia alli la causa con esa equidad a que lo
            impelian precisamente la nobleza de su Persona, el deseo de su reputacion, la
            sobresaliente educacion de sus primeros años, y la ninguna indigencia que
            podia tener.
                    Nada hazia resaltar mas la suavidad de este gobierno que el horror que
            causaban los sacrificios sangrientos. En esta parte debe avergonzarse Mexi-
            co de entrar a paralelo con el Peru. Su magnifico Templo dedicado al Dios
            de la guerra: aquel Humilladero horroroso  en que eran sacrificados tantos
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            millares, y en que para perpetuar la atrocidad se conservaban ensartados los
            cráneos de los infelices que eran las victimas de aquella devocion inhumana ó
            demencia fanatica, eran los monumentos mas infames de la religiosa crueldad
            de aquella Nacion. Mas de veinte mil por año eran los que hazian con sus vidas
            las expensas de aquel culto sanguinario, no solamente entre los enemigos ven-
            cidos, sino aun entre los subditos del Monarca sin distincion de sexos, edades,
            calidades, ni clases. Asi aquellos formidables Sacerdotes no eran sino organos
            de la crueldad que derramaban por todo el vasto cuerpo de aquella Monarquia
            como fruto del entusiasmo divino que decian, los agitaba. Asi se obscurecian
            otras virtudes morales que hazian memorable a aquel dilatadisimo Imperio.
                    Los Monarcas Peruanos detestaron siempre estos sacrificios de sangre.
            Jamas se vieron en sus templos: los prohibieron en las naciones que conquis-
            taron: abominaron los manjares religiosos ó regalados de carne humana.   Su-
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            brogaron en las aras, corderos, aves, mieses, legumbres, brevages particulares,
            telas finas, la plata y el oro mas acendrado de sus ricas minas. Esta era la ma-
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            15.  Solis lib. 3 cap. 13. (pp. 12 nota 1, ed. 1795) [nota del autor].
            16.  Garcilaso lib. 1° cap. 10. (pp. 13, nota 1, ed. 1795) [nota del autor].




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