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MENSAJE DEL GENERAL DON SIMÓN BOLÍVAR AL SOBERANO
                                     CONGRESO CONSTITUYENTE DEL PERÚ
                                                                            63
                                             (10 DE FEBRERO DE 1825)

                  Señores:

                  Los representantes del pueblo peruano, se reúnen hoy, bajo los auspicios de la
                  espléndida  victoria  de  Ayacucho,  que  ha  fijado  para  siempre,  los  destinos  del
                  nuevo mundo.

                  Hace  un  año,  que  el Congreso  decretó  la autoridad dictatorial,  con  la mira  de
                  salvar  la  República  que  fallecía  oprimida  con  el  peso  de  las  más  espantosas
                  calamidades. Pero, la mano bienhechora del Ejército Libertador, ha curado las
                  heridas  que  llevaba  en  su  corazón  la  patria:  ha  roto  las  cadenas  que  había
                  remachado Pizarro a los hijos de Manco Cápac, fundador del Imperio del Sol; y
                  ha puesto a todo el Perú bajo el sagrado régimen de sus primitivos derechos.

                  Mi administración no puede  llamarse  propiamente,  sino una  campaña:  apenas
                  hemos tenido el tiempo necesario para armarnos y combatir, no dejándonos el
                  tropel de los desastres, otro arbitrio que el de defendernos. Como el ejército ha
                  triunfado con tanta gloria, de las armas peruanas, me creo obligado a suplicar al
                  Congreso que, recompense debidamente el valor y la virtud de los defensores de
                  la patria.

                  Los  tribunales  se  han  establecido  según  la  ley  fundamental.  Yo  he  mandado
                  buscar el mérito oculto, para colocarlo en el Tribunal: he solicitado con esmero, a
                  los que profesaban modestamente, el culto de la conciencia, la religión de las
                  leyes.

                  Las  rentas  nacionales  no  existían:  el  fraude  corrompía  todos  sus  canales:  el
                  desorden  aumentaba  la  miseria  del  Estado.  Me  he  creído  obligado  a  dictar
                  reformas esenciales y ordenanzas severas, para que la República pudiese llevar
                  adelante su existencia; ya que la vida social no se alimenta, sin que el oro corra
                  por sus venas.

                  La crisis de la República me convidaba a una preciosa reforma, que el curso de
                  los siglos, quizá, no volverá a ofrecer. El edificio político había sido destruido, por
                  el crimen y la guerra: yo me encontraba sobre un campo de desolación; más con
                  la ventaja de poder constituir en él, un gobierno benéfico. A pesar de mi ardiente
                  celo por el bien del Perú, no puedo asegurar al Congreso que esta obra haya
                  llegado al grado de mejora, con que me lisonjeaba mi esperanza.  La sabiduría
                  del  Congreso  tendrá  que  emplear  toda  su  eficacia  para  dar  a  su  patria  la
                  organización que ella requiere, y la dicha que la libertad promete. Séame lícito
                  confesar,  que  no  siendo  yo  peruano,  me  ha  sido  más  difícil  que  a  otro,  la
                  consecución de una empresa tan ardua.

                  Nuestras  relaciones  con  la  República  de  Colombia,  nos  han  proporcionado
                  poderosos  auxilios.  Nuestra  aliada  y  confederada,  no  ha  reservado  nada  para

                  63  Denegri Luna, Félix, Obra Gubernativa y epistolario de Bolívar. Colección Documental de la
                  Independencia del Perú, tomo XIV, vol. 1º, págs. 317-320, Lima, 1975.

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