Page 177 - Padres de la Patria
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CONTESTACIÓN DEL GENERAL BOLÍVAR AL PRESIDENTE DEL
                                     CONGRESO, DR. JOSÉ MARÍA GALDIANO,
                                             EL 10 DE FEBRERO DE 1825


                  Legisladores: hoy es el día del Perú, porque hoy no tiene un dictador.

                  El  Congreso  salvó  la  patria,  cuando  trasmitió  al  Ejército  Libertador  la  sublime
                  autoridad  que  le  había  confiado  el  pueblo,  para  que  lo  sacase  del  caos  y  la
                  tiranía.    El  Congreso  llenó  altamente  su  deber  dando  leyes  sabias  en  la
                  Constitución republicana, que mandó cumplir. El Congreso, dimitiéndose de esa
                  autoridad inenajenable que el pueblo mismo apenas podía prestar, ha dado el
                  ejemplo más extraordinario de desprendimiento y patriotismo. Consagrándose a
                  la  salud  de  la  patria  y  destruyéndose  a  si  mismo,  el  Congreso  constituyó  al
                  Ejército en el augusto encargo de dar libertad al Estado, de salvar sus flamantes
                  leyes y de lavar con la sangre de los tiranos las manchas que la nación había
                  recibido de esos hombres nefandos, a quienes se había confiado la autoridad de
                  regirla.

                  Me es imposible expresar la inmensidad de gloria que me ha dado el Congreso
                  encargándome de los destinos de su patria. Como representante yo del Ejército
                  Libertador,  me  atreví  a  recibir  la  formidable  carga  que  apenas  podrían
                  sobrellevar todos mis compañeros de armas; pero la virtud y el valor de estos
                  ínclitos guerreros me animaron a aceptarla.  Ellos han cumplido la celeste misión
                  que les confió el Congreso; en Junín y Ayacucho han derramado la libertad por
                  todo  el  ámbito  del  imperio  que  fue  de  Manco  Cápac;  han  roto  el  yugo  y  las
                  cadenas que le imponían los Representantes del procónsul de la santa alianza
                  en España. Ellos marchan al Alto Perú; pues sean cuales fueren las miras que
                  allí manda, al fin es un español. Yo volaré con ellos y la plaza del Callao será
                  tomada al asalto por los bravos del Perú y Colombia.

                  Después,  señores,  nada  me  queda  que  hacer  en  esta  República;  mi
                  permanencia en ella es un fenómeno absurdo y monstruoso, es el oprobio del
                  Perú.

                  Yo soy un extranjero; he venido a auxiliar como guerrero y no a mandar como
                  político. Los legisladores de Colombia, mis propios compañeros de armas, me
                  increparían  un  servicio  que  no  debo  consagrar  sino  a  mi  patria,  pues  unos  y
                  otros  no  han  tenido  otro  designio  que  el de  dar  la  independencia  a  este  gran
                  pueblo.    Pero  si  yo  aceptase  su  mando,  el  Perú  vendría  a  ser  una  nación
                  parásita ligada así a Colombia, cuya presidencia obtengo y en cuyo suelo nací.
                  Yo no puedo, señores, admitir un poder que repugna mi conciencia; tampoco los
                  legisladores pueden conceder un autoridad que el pueblo les ha confiado sólo
                  para representar su soberanía. Las generaciones futuras del Perú os cargarían
                  de execración; vosotros no tenéis facultad de librar un derecho de que no estáis
                  investidos.  No  siendo  la  soberanía  del  pueblo  enajenable,  apenas  puede  ser
                  representada por aquellos que son los órganos de su voluntad; más un forastero,
                  señores, no puede ser el órgano de la Representación Nacional. Es un intruso
                  en esta naciente República.




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