Page 780 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 7
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Volumen 7
Causas criminales contra los rebeldes
sión, tratándonos de infames traidores lo que haremos constar, siendo nece-
sario, pues estas prisiones padecimos en aquel cuarto quince personas y entre
éstas Don Manuel y Don Agustín Ricartes.
Y no contento con todo esto, ni ver las dolorosas lágrimas que vertía
nuestra infeliz madre, acompañada de tiernas y lamentables quejas, mandó
a todos los indios destrozacen y consumiesen nuestra casa y cuanta pobreza
había en ella, saqueando y robando, sin dejar• nos cuasi estaca en pared, como
son sabedores todos los vecinos de este pueblo. Mandando arrear, embargar y
destrozar algunos ganados vacunos y ovejunos, que tuvimos, y éstos no nues-
tros, sino arrendados, en lo que se excedió Ventura Aymituma, hijo de un
cacique de este pueblo, llevándolos a Tinta, sin que para ésto tuviese orden
para sueldo de los indios. Y en este tiempo tan calamitoso, hemos quedado en
una suma. /11v desdicha y miseria; teniendo aquella infeliz de nuestra madre
bastante familia que mantener. Y la justificación de Vuestra Señoría mande
se tome en cuenta y dé razón de lo existente de dicho ganado, el mencionado
Aymituma, siendo constante la desdicha en que nos ha dejado.
En medio de estas prisiones tratamos con muchos paisanos de esta
provincia de quitarle la vida al traidor, de modo mas posible y malicioso de
esto, el rebelde mandó en la expedición a Pucacasa, donde iba, se nos quitasen
los rejones, que a todos repartía, como también nuestras mulas de silla, orde-
nando rigurosamente no fuésemos al lugar y que quedásemos presos nueva-
mente, por conocidos traidores a su persona, después de haber dado orden
para que en la prisión nos acabasen; y conociendo sus depravados intentos,
algunos hombres benignos y piadosos, imploraron para que fuésemos con él,
y no pereciésemos con nuestra vida, según su orden. Todo lo que padecimos
también y otros malos tratamientos, porque como los Ricartes eran nuestros
compañeros de prisión; y éstos se entraron a nuestras tropas, padecimos nue-
vas prisiones y desde este día nos tuvo en mayor cautiverio, sin darnos lugar
para el menor negocio, pues aunque quedamos compactados con los mencio-
nados Ricartes, ya no tuvimos acción para entrarnos a nuestra tan deseada
tropa.
Llegado al lugar de Pucacasa, tuvimos cierta noticia al siguiente día,
de la invasión que iba a dar el traidor a nuestra tropa. Entre varios paisa-
nos de nuestra satisfacción comunicamos. Y nos resolvimos a dar aviso, entre
diez sujetos de entera satisfacción por Jenuario Castro, con quien quisimos
acompañar a un primo nuestro, Bartolomé Castelo, (y no siendo conveniente,
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