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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
en la puerta de su /.9v calle, el referido Tupa Amaro, diciendo había orden de
dicho General para que no le viesen hasta dar órdenes, que convenían y estar
embarazado con estos quehaceres hasta que acabara la junta, que venían de
esta provincia. Con esto salió nuestro padre, haciendo tiempo de verlo, lo que
no pudo conseguir en un día y medio; en este tiempo se juntaron muchísimos
indios con armas, que daba horror, llanando el rebelde a los caciques, todos
que eran indios, con quienes tendría consulta, como que eran de su facción,
y desapareciéndose éstos por aquel día, se aparecieron al siguiente ya con las
tropas de sus indios.Y viéndose los pobres españoles sin ningunas armas. El
día 7 a las once y media de la noche, mandó dicho rebelde levantar horca
en la plaza de aquel pueblo y aterrorizados nosotros, asi por vernos cercados
de indios, como con imaginaciones de para qué y cómo, o a quien mandaría
dicho Señor dar castigo; cuando por la mañana salió a caballo el rebelde y
echado voz, de que era orden de nuestro Rey y Señor, nos sacó a una campa-
ña contigua a dicho pueblo, porque no cabía la mucha gente de indios en la
plaza, donde nos puso a ensayo y a cada español nos puso seis indios armados
por costados y trasera, sin movimiento de defensa alguna. Luego nos convocó
a la dicha plaza cercando la horca y a poco rato sacó a un pregonero indio
cantor (ignoramos si fue del pueblo) quien a voz alta, por un papel público
en idioma índico, que nuestro Rey y Señor mandaba ahorcarse al Corregidor
por permitir Dios y mandarlo el Soberano, por convenir al sosiego y quietud
de la povincia; y no sólo tenía orden para esto, sino para cuatro corregidores,
quitándose en adelante Mita de Potosi, Aduana, obrajes y por último repar-
tos. Patentisándose el traidor, su hermano e hijos, a sus lados, haciendo guar-
dia y escolta en caballo bien armados y mandando sacar luego al Corregidor,
cargado de grillos de un depósito o calabozo, que él tenía prevenido, con un
Santo Cristo en la mano, con tres eclesiásticos y el Cura del lugar, al dispues-
to cadalzo. Y dicho Señor General, llamó al Cura, consultó en secreto o se
reconcilió, lo que no sabemos. Este silencio, nos persuadió señor, de nuestro
Corregidor, a que en realidad fuese orden /.10 de Nuestro Rey y Señor, pues
debía haberse declarado, no le intimaron la orden real ni le hicieron saber, que
a haber esto hubíeramos expuesto a perder nuestra vida, sin permitir pasasen
al hecho atroz y persuadimos, por haberle administrado el Párroco del lugar,
los sacramentos auxiliándolo en lo espiritual a dicho Señor Corregidor. Con
el hecho nos regresamos consternados a nuestras moradas.
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