Page 778 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 7
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Volumen  7
                                                              Causas criminales contra los rebeldes
                    Dió segunda orden el rebelde con perdimiento de vida y haciendas y
            para esto mandó parar horcas en los pueblos de la provincia comboyando a
            toda ella, pasando a destruir obrajes y a hacer prisioneros al Señor Corregidor
            de la Provincia de Quispicanche; y volviendo del pueblo de Quiquijana, sin
            conseguir su malvado intento nos despidió o tomamos el camino a nuestras
            casas. Y a los cuatro o cinco días volvió otra vez con la misma fuerza y vigor a
            llamarnos con mucha aceleración, con noticia que tuvo venía tropa del Cuzco;
            ilusos nosotros de esto nos pusimos en camino para Quiquijana, donde nos
            citaba y estando en la hacienda o molinos de Chuquicabana, jurisdicción de
            esta Provincia, vino orden a las dos de la mañana, para que fuésemos al pueblo
            de Sangarará y estando en los altos de este pueblo, reconocimos el incendio
            que hacía en la iglesia, divisando desde el alto la mortandad que hacían los in-
            dios y los compatriotas del rebelde, (Con gran dolor y sentimiento de ver tan
            lamentables estragos), y después de esto, quisieron acometer los indios a que-
            rer quitarnos la vida, que a no impedir el rebelde, ejecutaran sus depravados
            y malos intentos, por algunos que se escaparon de nuestra tropa del Cuzco, y
            haberlos favorecido nosotros, nació su encono para lo dicho, siendo constante
            de que daremos pruebas, no haber llevado a este pueblo armas ofensivas ni
            defensivas.
                    Pasados algunos días de este lamentoso hecho, dispuso su perversa
            marcha para el Collado, hasta el pueblo de Lampa, haciendo destrozos los
            malvados indios por orden suya, en haciendas, casas y muertes, porque man-
            dó matasen sin poder remediar nosotros, por la fuerza de la multitud de in-
            dios, que fue juntando, debajo de su infernal bandera y vernos tan pocos es-
            pañoles.
                    Determinó de regreso, pasar a la ciudad del Cuzco, persuadiéndonos
            manifestaría en dicha ciudad, las órdenes que /.10v tenía por Su Majestad,
            causándonos bastante sospecha por las armas que llevaba y multitud de in-
            dios, que a su facción hacían de aquellas provincias de Lampa, como de éstas
            inteligenciado, que sólo en el Cuzco las debía manifestar y que en éstas no
            debía ni podía. Nuestro finado hermano Antonio Castelo, le estrechó en el
            cerro de Piccho, inmediato al Cuzco, manifestase la dicha orden y viéndose es-
            trechado le dijo, clara y abiertamente, que no tenía tal orden. Con esto Señor,
            nos dió noticia a todos y desamparamos a él y a sus depravados intentos.
                    Y llegados a este pueblo nosotros, menos el Capitán Don Melchor Cas-
            telo, nuestro finado padre (que no fue al Cuzco) por vivir sospechoso de sus



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