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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
me mortificó este tirano, porque rehusaba entrar en su alianza y partido y
todos los esfuerzos que interpuse a fin de quitar del medio al aleve y libertar
a las tropas del soberano, de la ruina que les tenía maquinada. Cuantos tes-
tigos la componen, tantos aseguran contestes que me negué a auxiliarle con
la gente que me pedía para la guerra. Que irritado de mi desobediencia a sus
órdenes, me hizo preso y me retuvo en sus calabozos con grillos varias veces y
por dilatado tiempo. Que experimentando mi constancia e inflexibilidad en el
justo propósito de no contribuir a sus designios, libró el execrable y facineroso
orden de que los indios de Layo, Luricachi me matasen. Que liberté la vida
tomando el asilo de la Santa Iglesia de Sicuani. Que en las conversaciones que
tuve con los españoles fieles, manifesté siempre un fervoroso amor y lealtad
heroíca al Rey Nuestro Señor y un justo odio al rebelde: que contraté con Don
Francisco Mo/ 24 lina, Don Francisco Cisneros y otros españoles quitar la vida
al traidor; pero que se frustró el propósito, porque era insuperable la escolta
con que se resguardaba. Que yo y los referidos Molina, Cisneros y otros espa-
ñoles, esforzamos y alentamos a Genuario Castro, para que tomase la valiente
resolución de desertar a todo riesgo del campo de Tupa Amaro, pasar al nues-
tro y dar aviso de la sorpresa y asalto que tenía maquinada para su total exter-
minio. Gloriosa empresa a que nuestro ejército debió ponerse sobre las armas,
combatir al enemigo y burlar sus acechanzas, sin que yo y los demás españoles
que proyectamos esta acción hayamos perdido un grado del mérito, ni que sea
inferior el nuestro al del fiel vasallo Genuario Castro, tanto porque no obra
menos en las proezas de la guerra el buen consejo que la ejecución y aún es
preferible aquél a ésta, siendo justo apotema de la milicia, que en ella pelea
mas la cabeza que las manos, cuanto porque a nosotros nos fue inaccesible la
fuga y deserción, estando cercados de centinelas de vista, que velaban sobre
nosotros y tildaban nuestros pasos. Si Genuario Castro es digno de alabanza,
honor y premio por su hazaña, yo y los demás merecemos en igual grado esta
recompensa.
Además de mis padecimientos personales, he sufrido el detrimento
de mis bienes hasta el extremo de quedar constituido en una total indigencia
e inepto a satisfacer las precisas /. 24 obligaciones de mantener a una mujer
noble y ocho hijos, que rodean mi mesa.
Pero todo es menos que la ignominia y vejación de haber entrado en
esta ciudad en calidad de reo de un delito tan atroz y tan negro, como el de la
traición al soberano, siendo un vasallo verdaderamente fiel y leal, inocente e
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