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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
tado hacía, lo cual en las confesiones que tienen hechas, no lo niegan, aunque
procuran desfigurar la realidad, con aparentes coloridos de coacción y temor
de perder la vida, que dicen les obligaba a manifestarse adictos al insurgente;
y asi es visto se hallan no sólo convictos, sino también confesos en el execrable
delito de lesa Majestad, del que les pongo acusación en forma, para que justi-
cia mediante se sirva Vuestra Señoría de declararlos por tales reos de Estado,
e imponerles las penas establecidos por Leyes Reales que son las del último
suplicio de horca, siendo primero arrastrados a la cola de un caballo, perdi-
miento de bienes, infamia perpetua en sus sucesores y destrucción de las casas
de su habitación, si las tuviesen, salarlas y no poderlas volver a eregir, para
•perpetua memoria de la infamia; sin que para esto obste, lo que en sus con-
fesiones tienen expuesto los referidos reos, de haberse separado del rebelde,
cuando tuvieron oportunidad de hacer fuga de su campo y venirse a acoger a
las banderas del Rey Nuestro Señor y presentarse al Coronel de Ejército Don
Gabriel de Avilés, que se hallaba de Comandante General de las tropas del
Rey, pues aunque por la diligencia de fojas 26 consta que José Esteban Escar-
cena, se presentó voluntariamente, tres de los testigos de la citada sumaria de
fojas 34 vuelta, que son Don Francisco Molina, Don Francisco Cisneros y Don
Manuel José de San Roque, en sus declaraciones con uniformidad afirman,
que cuando el rebelde vino al Cerro de Piccho, se desaparecieron de él, Escar-
cena y Banda: el primero la noche /. 46 antes, se apareció en el toldo mojado y
enlodado, que al día siguiente se vino a esta ciudad y que infiero lo despachó
de espía, por ningún sentimiento que manifestó por la fuga, cuando lo había
hecho con la de otros, de quienes no tenía tanta confianza y que de sus resul-
tas levantó el campo y desistió de la empresa. Que el segundo igualmente se
fue a Quiquijana en un buen caballo, que le dió el rebelde, bien vestido y con
armas y que de allí lo condujeron preso a esta ciudad. Lo cual es cobrado con
convencimiento de lo fútil de la escusa a que tienen puesta y que el hecho de la
separación y fuga que alegan del campo del enemigo, no sólo les hace dignos
de gozar del indulto, por bando publicado, sino que antes les agrava el delito y
por consiguiente la pena.
No obsta tampoco la excepción que deducen en sus confesiones de
temor y coacción, porque si en la realidad, fuese así, sólo hubieran practicado
en el tiempo que estuvieron en compañía del rebelde Tupa Amaro, aquello
que éste les ordenaba, sin adelantarse a darle arbitrios, ponerle dictados que
no le correspondían, poner mal a los prisioneros y otros varios hechos que
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