Page 165 - La Rebelión de Túpac Amaru II - Vol-6
P. 165

Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            ticia se atemorizó la gente, y no solo dió lugar a que Bejarano viniese conmigo
            al Cuzco y servir bajo las banderas reales sino también, a que yo rompiese
            los candados que el rebelde había puesto en la casa del corregidor y sacase
            los fardos de ropa y demás cosas que allí había. Llegamos a esta ciudad el día
            15 de Diciembre, Bejarano se presentó a la junta de guerra, tomó plaza en el
            regimiento de caballería, y yo fui reprendido por mi prelado y mandado salir
            para mi curato, bajo excomunión mayor. Recibí entonces carta de mi ayudante
            en que me participaba que Micaela Bastidas, mujer del rebelde, ordenaba que
            me embarguen todos mis bienes y me llevasen preso a Tungasuca, respecto a
            haber yo quebrado los candados que su marido puso en la casa del corregidor
            y conducido a esta ciudad a su justicia mayor Bejarano. Hice presente a mi
            prelado el riesgo a que me exponía si volvía a mi curato, mas sin dar oído a mi
            representación fui repelido. Marché para mi curato e hice mansión algunos
            días en el pueblo de Capi, de donde caminé a últimos del mes de Enero. Lle-
            gado que fui a mi doctrina, mandé botar la horca que Juan de Dios Valencia
            hizo poner de orden del rebelde, quité las varas que tenían los alcaldes de Tupa
            Amaro, y dí a los indios que estaban electos por el común para estos empleos,
            e igualmente exhorté a toda la feligresía a que se separase de la comunicación
            del rebelde, y que los caciques juntasen los tributos del tercio de Navidad, para
            entregar a la llegada de vuestra señoría, todos convinieron en ello; y cuando yo
            me estaba vanagloriando de haber reducido a mi feligresía a la subordinación
            debida a nuestro soberano, llegó Ramón Ponce de León con Juan de Dios Va-
            lencia y otros varios sediciosos, y alborotaron de nuevo a mi feligresía. El día
            siguiente de su llegada Ponce me envió con un mestizo un papel (que según
            ellos fue exhorto) a que lo leyera; repudié el recado que me envió, y al papel
            le dí aquel destino vil que le correspondía, añadiendo de palabra todo lo que
            me pareció oportuno; volvió el mestizo con la respuesta, e indignado Ponce y
            Valencia, convocaron toda aquella gente adicta a ellos, y me pusieron en nú-
            mero de ciento y más, entre indios y españoles, frente de mi casa, y empezaron
            a apedrearme y tirarme balazos. Entonces eché mano de mi escopeta y disparé
            tres tiros, con los que dejé a un indio muerto en el sitio y dos heridos; quise
            seguir adelante mi acción pero a instancias de mi ayudante me retiré a la sala,
            donde me hicieron preso después de siete pedradas que recibí; desnudáronme
            de las armas, y me llevaron entre todos ellos a la casa de Valencia, y como una
            de las pedradas de siete que me dieron, me lastimó mucho, me postré en cama;
            y dije que primero perdería mi vida que ir a Tinta, pero que sinembargo escri-



                                               164
   160   161   162   163   164   165   166   167   168   169   170