Page 118 - La Rebelión de Túpac Amaru II - Vol-6
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Volumen 6
Causas criminales seguidas contra los rebeldes
Señores de la real junta de guerra de la ciudad del Cuzco.
Muy señores míos; ya avisé a vuestra señoría con propio, que el señor
corregidor de esta provincia de Chumbivilcas, don José Francisco de Campino
inmediatamente que regresó del partido de Cotahuasi expidió autos a todos los
pueblos mandando se aprontase toda la gente española con sus armas para el día
23 del próximo mes pasado. Que obedecieron todos este auto, menos los de Col-
quemarca; que repartió 2,500 pesos para comprar 500 vacas para su manutención,
y que habiéndose en efecto juntado el día señalado la dicha gente española, ésta
unida con la indiana seducida del traidor José Tupa Amaro por medio de sus re-
petidas cartas, y mensajeros, lejos de sostener el nombre del rey nuestro señor,
don Carlos tercero, determinó agarrar al mismo señor corregidor con ánimo de
entregárselo al enemigo. Que con noticia cierta que tuve de esta determinación lo
hice disfrazar y escapó del modo que pudo, sin más bienes que los que tenía en su
cuerpo; pues aún algunos pocos muebles que hizo conducir al pueblo de Quinota
por mano del teniente José Montañés, los han embargado aquellos naturales po-
niendo a éste en prisión; y el señor corregidor que tuvo la tentación de entrar en
aquel pueblo para ver, según concibió, lo que podía llevar consigo, corrió el mismo
riesgo que aquí y salvó a pie, y hasta ahora nada sabemos de su paradero.
Hallándose pues esta provincia desde entonces sin juez, entró en ella el
día 27 el dicho Tupa Amaro con más de seis mil indios, y puso a su satisfacción
[tarjado: títulos de] tenientes en los pueblos con orden de que los tributos se le
despachasen a él. Abrió la casa del señor corregidor y toda su ropa y muebles re-
partió a sus soldados, cerrola y se llevó la llave consigo. Rompió las puertas de la
cárcel, quemó un palo grande que servía de rollo, e indignado de no haber hallado
plata, no faltó quien le dijese que don Valeriano Bejarano había hecho enterrar un
zurrón; mandó entonces que a dicho Bejarano, que se había huído temeroso de
experimentar algún daño por haber defendido a su corregidor, lo entregasen vivo
o muerto; que se le embargasen todos sus bienes y se le quemase su casa. A esto
intervino mi ayudante, porque yo también me ausenté, y por súplica se suspendió
el darle fuego a su casa. Con esta sentencia pues, encima su mujer y demás familia,
no hallaron otro arbitrio que el de hacerlo llamar y reconciliarlo con el traidor, sin
que por esto hubiera dejado de matarle ochenta vacas y todas las ovejas, y también
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