Page 116 - La Rebelión de Túpac Amaru II - Vol-6
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Volumen 6
Causas criminales seguidas contra los rebeldes
y solo remanecieron indios e indias, muchachos y muchachas, de modo que has-
ta las piedras se convirtieron en indios, y que con grandes lamentos le saludaron
con estas palabras: Tu eres nuestro dios y señor y te pedimos no hayan sacerdo-
tes que nos importunen; a estos les respondió el indio no podía ser así, porque
quién nos absuelve en el artículo de la muerte. Preguntó si había algún indio o
cacique que supiese leer y escribir, y a la razón no se encontró, por lo que señaló
por justicia mayor a un mozo de apellido Zubizarreta de Accha, dándole todas
facultades; y concluyó pasando a la iglesia y mandó a descubrir a Nuestro Amo,
a tentar cual otro maligno en el desierto, mostrándose muy católico, y a todos
estos actos concurrió un mozo del mismo Livitaca llamado Ambrosio Morales,
a quien también lo alistó. Después de esto se fue del pueblo, y se fue a alojar con
sus soldados a la cima de un cerro. Este mozo movido de curiosidad, y otros, le
preguntaron a los soldados del indio que es lo que determinaban o adónde iban,
y respondieron que pasaban el día veintiseis a Velille, a apresar al corregidor; y el
domingo al alba el teniente Zubizarreta estuvo haciendo gente, y la plebe de los
indios lo siguieron con alarido al dicho indio. Más averiguaron que tenía inten-
ción el indio de pasar a Coporaque, a quemarle la casa a Sinanyuca cacique de
allí. Este mismo día dicen recibió propio de su mujer, de Tungasuca, y oyó decir
que le escribía su mujer, que el señor virrey de Lima estaba cerca, y el Cuzco con
grande prevención para salir a derribarlo, con lo que se cortó y se puso pálido
y disimulando guardó la carta; y se pasó a Velille donde apresó al cobrador, y
dicen lo guindó en la horca por no haber apresado a su corregidor, y en su de-
fecto haberle confiscado sus bienes. Más dice, mandó arrear doscientas y tantas
vacas. En este estado ha quedado todo hasta hoy y temo que esta provincia, de
pueblo en pueblo se le vaya arrimando y el tránsito libre para esa ciudad, pues
ha sido cosa notable para todos que los coroneles de esta provincia, como son
el teniente Guisazola y el general Picuagua, se han contentado con el honor y
no con el cumplimiento de su obligación, que debían estar en esta provincia
fomentando los víveres y arreglando las tropas, dándoles armas de milicia que
aquí no se encuentran, y nó que le dejaron todo el peso al corregidor, sin más
auxilio que su corto dinero, y éste tan perseguido, por el indio y sus secuaces,
que a haber estado arreglado era ocasión de haber demolido todo Tungasuca y
rodeado al rebelde; pero por falta de fomento se retiraron por orden de dicho
corregidor a guardar sus respectivos pueblos, lo que han despreciado; prueba
evidente de que están instruidos por los caciques y algunos seculares intrusos
cuyo escrutinio se debe hacer con la mayor brevedad, pues en tales cargos no
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