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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            con la atrevida revelion que inició Tupa Amaro y que han fomentado sus se-
            quaces.— No es tampoco mi animo perjudicar a ningun individuo ni inferir a
            nadie mal alguno con esta humilde representacion; puede ser que algunos la
            atribuian a otras escondidas causas como ya ha sucedido. Sea lo que fuere, los
            sagrados vinculos del vasallage que animan mi lealtad son los que me inspiran
            hacer ver a Vuecelencia todo lo que mi conciencia dicta del doble proceder de
            los reveldes.— Desde los primeros sucesos con que Dios ha castigado las cul-
            pas de este continente he manifestado mis hobras llenas del amor de mi sobe-
            rano y del grave dolor que han producido en mi animo fiel sus ultrages. Yo he
            practicado las diligencias mas vivas que mi flaqueza y mi pequeñez han minis-
            trado a mi obligacion, siendo un sacerdote particular como lo soy, vecino de
            la provincia de Asangaro en el pueblo de Saman, no perdoné el uso de la pala-
            bra aunque sumamente ineficaz para persuadir esta nacion barbara a pesar de
            los peligros que amenazaban mi vida. Me aproveche del arvitrio de comunicar
            a los gefes todo lo anexo a la rebelion siempre que llegó a mi noticia. Mis yn-
            formes apenas habrá lugar donde no se vean insertos en autos. He estado en
            todo a las ordenes de los caudillos sirviendo en todas partes de capellan de las
            tropas del Rey todos estos son unos testimonios justificativos de la puresa de
            animo con que represento.— Sobre este pie y sobre este fundamento, tan ebi-
            dente devo decir a la superioridad de Vuecelencia que despues de una peregri-
            nacion tan llena de amarguras, ya entre las tropas del comando de los corregi-
            dores de Lampa, Azangaro y Carabaya en las del mando del Doctor Don
            Cipriano Cabrera, en la provincia de Larecaja y ya de Don Josef Pinedo que
            comandava las de la Paz sin mas premio que el del gasto de servir al Rey pues
            renuncié el sueldo a su favor.— En este tan infeliz estado me fue preciso refu-
            giarme al pueblo de Sorata provincia de Larecaja por haverlo contemplado
            mas seguro en el que igualmente serví de capellan sin interes alguno costean-
            do de mi peculio el costo de ciertas trincheras que para el resguardo del pue-
            blo se hicieron. A este desgraciado pueblo y sus cercanias con el destino de
            apoderarse de él fueron muchos miles de yndios los que los quisieron comba-
            tir, cuio cerco duró bastantes meses y en estos se experimentaron increibles
            necesidades, y en tanto grado que se vieron precisados sus individuos a comer
            carne de mulas y cavallos pues fui testigo de vista de haver dado cinquenta
            pesos por una pierna de mula.— Hallandonos todos en tan lamentable estado
            a ultimas de mayo de ochenta y uno tubimos la feliz noticia de que el Corregi-
            dor que fue de Cangallo y Governador provisto para la provincia de Tarma



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