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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
Apenas habia dado principio á algunas actuaciones necesarias el dia se-
gundo, cuando al anochecer, recibí un propio con carta del pueblo de Carampo-
ma, uno de los de mi jurisdiccion, en que se me avisaba estar sublevados todos
los inmediatos á el, á influjo de un indio nombrado Felipe Velazco Tupac Inca
Yupanqui, primo del vil rebelde, José Gabriel Tupac-Amaru, que se hallaba allí,
á quien rendían obediencia y adoraciones de soberano.
Conociendo cuanto importaba, en tan árdua materia, proceder sin pér-
dida de tiempo, en el mismo instante, que serian las de la tarde, me puse en
camino desde una hacienda minera de plata, nombrada Pomacanche, donde me
hallaba, para el citado pueblo de Carampoma, haciendo un camino de mas de
10 leguas por cordilleras y laderas casi inaccesibles y con solo el auxilio de tres
sugetos españoles y un negro mi esclavo, todos sin armas, por no haber en dicho
sitio mas que el par de pistolas de mi uso.
Mediante la buena diligencia y celeridad con que anduve, á la una de
la madrugada logré entrar en el pueblo de la Ascencion, uno de los rebelados,
y habiendo aprendido en aquella misma hora al traidor y fanático insurgente,
Felipe Velazco Tupac Inca Yupanqui, en la propia le formé la sumaria, tomé
confesion, é hice las demás diligencias que conciernen á organizar una causa
criminal, cuyas estaciones tenia finalizadas hasta las 10 del día tercero, en que
me puse en marcha para la capital de Lima, conduciendo al reo, con solo el au-
xilio de los tres españoles dichos, mi esclavo, y un corto número de indios.
Apenas habia andado seis leguas de unos caminos demasiado ásperos
y fragosos, cuando á las cinco y media de la tarde me hallé de repente sitiado
por todas partes de mas de 1.500 indios, armados con escopetas, palos, armas
blancas, rejones y hondas, que intentaban quitarme el reo, y la vida igualmente
que á los que me acompañaban.
Comprendiendo la desigualdad de fuerzas, y que no era prudencia en
este caso arrojarse al riesgo, premeditando tambien cuanto importaba al Rey
que este reo llegase con vida á Lima, dispuse apoderarme de una eminencia
que ofrecia alguna ventaja para poderse defender, exhortando á la gente que me
acompañaba, á que no desmayase, y á que en el último estrecho se quitase al reo
la vida, á presencia de los mismos que deseaban sacármelo de las manos, para
que fuesen testigos de su castigo.
Situado permanecí, desde las cinco y media de la tarde hasta las nueve y
media de la noche, sufriendo el fuego de las escopetas lentamente, y una lluvia
continua de piedras disparadas con hondas, esperando la muerte por instantes:
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