Page 542 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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RELACION DEL GENERAL DN. JOAQUIN DE ORELLANA
             CORREGIDOR DE PUNO SOBRE LAS ULTIMASOPERACIONES
                           QUE EXECUTO DESPUES QUE VOLVIO
                                A POBLAR LA DICHA VILLA


                    Luego que llegué a la villa de Puno que encontré enteramente arruinada
            por los indios rebeldes, que la incendiaron el año proximo pasado, me apliqué
            con la actividad posible a reparar sus principales oficinas públicas, como la Casa
            de recogimiento de Mujeres, la Cárcel y otra casa de suficiente capacidad para
            que sirviese de Cuartel a los provincianos que se hallan en servicio actual del
            Rey y bajo de mi mando. Segui el trabajo para reparar igualmente el cuadro que
            forma su Plaza principal para restituirla a lo menos en parte el antiguo aspecto
            que tenia de una Población regular, retirando de la vista de los que la vieron an-
            tes de su total ruina las impreciones funestas que osasionan las señas de una Vi-
            lla, cuya defensa habia costado muchos riesgos a sus fieles hijos y defensores. Asi
            mismo me contraje a precisar a los indios a Doctrina, confesión etc.— Principié
            tambien a formar un patronsillo para calcular el número de indios que pudiesen
            haber perecido hasta aquel entonces para arreglar la cobranza de tributos.
                    Hallandome pues en estas y otras ocupaciones propias de lo que exije
            la situación actual del Reyno, recibí consecutivamente dos cartas de 29 y 30 de
            marzo proximo pasado del Coronel de Milicias Dn. Fernando del Pielago, que
            de orden de don Sebastian Segurola, marchó hacia los pueblos de Guancane,
            Vilques y Mojo donde fue acometido por los rebeldes de Guaycho. Mocomoco y
            Mojo, con no pocas esperanzas de la victoria como lo aseguran las mismas cita-
            das que conservo en mi poder, cuyo contenido me determinó a salir sin embar-
            go de mi poco número de gente y armas a auxiliarle.— Marche sin detenerme y
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