Page 38 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen  4
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            el cuidado preciso en iguales circunstancias no pudiesen sorprendernos en
            manera alguna, y de esta suerte no tuvimos novedad hasta el dia siguiente que
            se contaban 12 del presente.
                    En el qual despues que con proposiciones iniquas que osaron estable-
            cer con algunos Eclesiasticos, entre los quales pedian se les entregase la perso-
            na del Corregidor de Puno, y se publicase el Bando que remitieron mandado
            tirar por el traydor Tupac Amaro, entretuvieron alguna parte de la mañana.
            Los ultimas que havian quedado desaparecieron finalmente, y partieron en
            alcance de los primeros; con cuyo motivo nuestras Milicias persuadidas no
            sin fundamento, que como fugitivos llevaban desorden y precipitacion en sus
            marchas, nos pidieron de concierto que les diesemos permiso para salir a pi-
            carles la retaguardia. No agradó mucho su propuesta, y en mejores circuns-
            tancias no huvieramos condescendido a ella; pero al fin fue preciso acomodar-
            se a la necesidad, y reservando las Compañias necesarias para el resguardo de
            la Plaza, se dieron providencias para que marchase el resto de la Guarnicion a
            la conducta del Coronel de Milicias de Chucuyto Dn. Nicolas de Mendiolaza,
            respecto de que ninguno de nosotros nos hallabamos en disposicion de poder
            montar a cavallo por el golpe, y herida que uno y otro recibimos el día antece-
            dente, como queda referido.
                    Instruido el citado Coronel de no empeñarse mucho con los Enemi-
            gos, salió en fin con las compañias, Fusileros, Lanzas, y Cavalleria que se se-
            ñalaron, y a distancia de poco mas de legua y media de esta Villa les dieron
            alcance en una Montaña pequeña a mano izquierda del camino real para el
            Cuzco Al punto que se pusieron inmediatos apeandose de las cavallerias, los
            primeros fusileros sin aguardar de juntarse con los demas, principiaron a ha-
            cer fuego a los Indios que separados del resto de sus tropas ocupaban y defen-
            dian una corta Eminencia de piedra viva, de donde en un momento fueron
            desalojados, y se incorporaron con los demas en lo mas alto del Cerro que era
            el lugar en que tenian sus Cargas, y las bestias de su servicio. Alli se renobó
            el Combate con increible ardor de una y otra parte, que aunque separados
            nuestros fusileros unos de otros segun creian mas a proposito para divertir las
            fuerza contrarias, causaban notable cuidado y embarazo a los Enemigos, que
            de su parte se defendian con denuedo y constancia indecible.
                    No obstante pudo haverse logrado una accion gloriosa aquel dia si las
            Compañias de Cavalleria huvieran correspondido al esfuerzo de aquellos po-
            cos que peleaban con intrepidez, y arrojo digno del concepto que sus acciones



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