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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
Al pie de ella, y a lo ultimo de la tarde sucedió la desgracia de haberse
apoderado los Enemigos del pedrero que llevaron, y que dispararon con tan
mala disposicion, que al momento que aquellos reconocieron el ningun daño
que causó a los suyos, abanzaron con ímpetu, y retrocediendo medrosos los
que debian defenderle le dexaron abandonado en el propio sitio de la descar-
ga. Este fue precisamente el punto fatal de el qual sobrevinieron los mayores
desastres, porque puestos ya en desorden los nuestros, no malograron los Yn-
dios tan bella coyuntura, y cargando con fuerza, los trageron en derrota hasta
el mismo Pueblo, dexando muchos muertos en el espacio que los siguieron.
No obstante no se atrevieron a penetrar acia dentro, y se retiraron a las faldas
de los Cerros que dominan, despues de haber puesto fuego a unos pocos ran-
chos de los alrededores, pero la confusion de los nuestros fue imponderable, y
sin consultar a sus Gefes, ni aguardar otra licencia que la que les inspiraba el
temor desertaron muchos soldados, y Capitanes que llegaron acá ya de noche,
y refirieron este suceso con lamentos y exageraciones indecibles del numero
de Enemigos que graduaban inmenso.
Esta novedad que se difundio al instante en esta Villa conmovió de
tal suerte los animos que temi una desercion universal aquella noche, y para
evitarla tomé personalmente las mayores precauciones que lograron un buen
efecto. La mañana siguiente se hablaba ya con variedad de este mismo suceso;
y aunque por la parte de Lampa no faltaban justos recelos de nuevo ataque,
hice marchar hacia Chucuyto tres Compañias de la Cavalleria con el fin de
indagar la situacion de los Yndios, y que penetrasen hasta la misma Ciudad, si
el camino estaba franco, pero con orden expreso de no empeñarse en funcion
alguna, sino que unicamente apoyasen la retirada de los Oficiales y soldados
que hubiesen restado: como tambien la de las miserables Gentes blancas y
niños del vecindario para substraerlas del furor de los Yndios.
No hallaron estas Compañias el mayor embarazo hasta la misma Ciu-
dad, y entrando en ella se disponian todos para salir incorporados; pero como
los Yndios bajando mañosamente a ocupar un Desfiladero inevitable, hicieron
por momentos mucho mas dificil la retirada, les fue preciso retroceder con
celeridad, y aun de este modo fue necesario gran fuerza para romper, feo rom-
pieron no sin muerte de algunos soldados de los mios que no pudieron liber-
tarse, ni impedir el estrago que hicieron los Yndios, en los hombres, mugeres,
y niños que intentaban salvarse al abrigo de este socorro. Allí mataron al Cura
de Santa Cruz de Juli que pudo salvar el primer riesgo de su Pueblo.
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