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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            tocaban en especial los puntos «de serle ya preciso seguir hasta rendir la vida
            en solicitud de desviarse o libertarse de las muchas fatigas, Pechos y Derechos
            que aun a su antojo tenian impuestos los Señores Ministros del Rey de España,
            como eran los Oficiales Reales, y Corregidores, cuyas tyranias les havia obli-
            gado en suma a el alzamiento, como tambien las circunstancias de haberse ya
            completado el tiempo de que se cumplan las Profecias sobre que este Reyno
            volviese a los suyos».
                    Baxo de estos tan errados principios, y de quanto llevo dicho con la
            verdad que acostumbro, y de haberme sujetado a meramente el sentido literal
            de las expresivas del Ydioma Aymara en que se comunican estos Yndios, para
            dar a VS. esta relacion segun me lo previene en su citada: ya parece solo resta
            el finalizarla con la que a mi posible debilidad pudo efectuar el deseo gran-
            de y debido acia el servicio de ambas Magestades Divina y humana. Por eso
            como viese yo tanta idea enemiga, y supiese de fisico que la Ciudad padecia
            los mas indecibles trabajos de hambre, sed, peste, y mortandad de toda espe-
            cie de Gentes, ya por los extremos de estas infelicidades, y ya de resultas de
            algunas salidas que hacian, y de las continuas balas que despedian por todo el
            contorno de las trincheras los rebeldes: de modo que entre el fuego de cuatro
            Pedreros (que despues fueron seis) incesantes de dia y de noche, y tambien
            de los muchos fusiles, no si havria sentido que contrapesase unos tragicos
            sucesos con otro. A esto se agregaba la ninguna (o cuando mas remotisima)
            esperanza del menor auxilio; y aunque tenia la certidumbre de la fidelidad de
            unos u otros sugetos prisioneros, no era dable demostrarlo por la facil pena
            de muerte que se experimentaba. Por lo que ya se ve trabajaban mis discur-
            sos infatigables para en algun modo enjugar aquel Mar de lagrimas que en el
            intermedio de 60 dias de Cerco, que hasta entonces corrian, ya parece hechas
            Dilubio inundaban: principalmente al ver, y ser preciso alimentarse en parte
            con las carnes de Mulas, Cavallos, Jumentos, Perros, Gatos, Cueros de Zurro-
            nes, y de Petacas, y aun quiza con la de las Gentes que no faltó quienes me lo
            asegurasen.
                    Logre al fin escribir a VS. valiendome de Mariano Morillo; quien aun
            que corria con los Pedreros desde que estos se pusieron en uso (y a quien no le
            quitaron la vida por contemplarlo habil para este efecto) me ofrecio la botaria
            por la trinchera, bajo de las mas posibles precauciones, y de haberle observado
            formarles resoluciones de estar a favor del Soberano, lo que parece compro-
            bó con las demas circunstancias de su fidelidad; y tambien con la de haberse



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