Page 252 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. II
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Volumen 2
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            su obligación la precisa práctica de la legal disposición, castigando a los que
            la quebrantasen, procediendo con arreglo a derecho y se dará cuenta de esta
            resolución a Su Excelencia con el informe correspondiente para que con su
            inspección delibere lo que fuere de su superior agrado y déseles a estas par-
            tes el testimonio que piden.— Cuzco abril seis de setecientos ochenta.— Don
            Fernando Inclán y Valdes.— Don Marcos Antonio de la Cámara y Escude-
            ro.— Don Sebastián Josef de Ocampo.— El Marqués de Casa Jara.— Don Mi-
            guel Torrejón.— Doctor Don Francisco Javier de Olleta y Valenzuela.— Don
            Mateo Francisco de Oricaín.— Don Francisco de La Serna.— Ante mí Juan
            Bautista Gamarra, Escribano de Su Magestad, Público y Cabildo.—

                    (Al margen: Petición)
                    Señor Corregidor y Real Junta de Guerra.— Los Alcaldes, Caciques
            y principales de la Parroquia de San Gerónimo del Cuzco, parecemos y deci-
            mos: que la infeliz situación del presente tiempo que carece de ejemplares en
            esta ciudad, desde la conquista nos impele a hacer una protesta y nueva decla-
            ración de nuestra fidelidad y de la lealtad.congénita, que siempre ha vivido y
            se conserva inalterable en nuestros corazones a nuestro soberano monarca el
            Señor Don Carlos (que Dios guarde) y reyne felices años.— Cierto es que en
            días pasados, se esparció un rumor que confusamente llegó a nuestra noticia
            de que en esta ciudad se habían fijado unos papeles, que anunciaban motín
            o rebelión supuesta en los individuos de este país, que tendrían principio en
            algunos espíritus sediciosos, que con la revolución que meditaban pensaron
            salir de miseria y pobreza, robando al vecindario y aún cancelar dependencias
            que los fatigaban, pero lo más doloroso en este caso es, que se pueda imaginar
            que los indios podamos ser cómplices en los pérfidos proyectos de aquellos
            que abandonan sus deberes y las obligaciones de fidelidad y sumisión a los
            órdenes de un soberano que propende con todo su cognato al alibio de sus
            vasallos y mayor esmero y particularidad al de los indios excepcionándonos
            su real piedad de alcabala, aduana y otro cualquiera pecho que impone al resto
            de sus vasallos, para subvenir a las necesidades de su Corona y conservación
            del estado y nosotros aunque carecemos de las esclarecidas luces con que los
            españoles se hallan ilustrados, no nos falta la racionalidad para conocer las
            beneficencias del Monarca, quien contento con un corto tributo, que le sufra-
            gamos, nos exime de otra cualquiera contribución, puntos en que nos tiene
            bien instruidos nuestro presente Cura; que en espacio de veinte y tres años, al



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