Page 25 - Rumbo al Bicentenario Nº 6, Año 2 - mayo 2019
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Las élites regionales siguen el mismo conducto. Las autoridades representativas de los cabildos de las
ciudades del sur no eran sino los vecinos con mayor caudal social, eran los patricios, como gustaban
denominarse, cuyo origen era español de reciente o lejana presencia en la región, unidos generalmente por
lazos de sangre. Poseen intereses de tipo económico, social y político. Casi siempre son dueños de tierras en
los campos y valles cercanos a la ciudad, poseen haciendas y chacras, así como bienes inmuebles en la zona
urbana de la capital de provincia.
Estos cabildantes conocen a la población, saben quiénes conforman la vecindad de cada barrio. Por ello, al
iniciarse el conflicto acuartelan, arman y dirigen las milicias, encargándose de la logística necesaria para
combatir la insurrección. Para esas fechas poseen gran capacidad de decisión y libertad de movimientos
(julio 1809, junio 1813).
Esta élite regional por razones de nacimiento o matrimonio adquiría los derechos que el contexto les ofrecía
; la coyuntura de la guerra les brindó una interesante posibilidad de servir directamente al Rey y acceder a
reconocimientos mayores como miembros del grupo de poder al que pertenecían, los merecimientos
alcanzados por quienes combatieron la rebelión de Túpac Amaru entre 1780-1781 fueron un ejemplo para
ellos. Sabían que el Estado español podía retribuir sus servicios otorgándoles algunos beneficios inclusive
títulos nobiliarios que los acercaran al poder central. El ejemplo más resaltante es el del Brigadier José
Manuel de Goyeneche y Barreda.
El origen común y la consanguineidad generalizada explica las decisiones compartidas que asume este
colectivo: preservar el orden establecido .
Los cabildos americanos en buena cuenta fortalecen a las elites regionales ante los representantes directos
del Rey como lo eran los intendentes.
El comercio es el ama del territorio y en general tanto los integrantes de la clase social dominante como el
resto de la población, en la medida de sus posibilidades, se dedican a los negocios de todo tipo. Los arrieros
transitan por todos los caminos, llevan efectos de Castilla, vinos y aguardientes a la sierra pero regresan con
coca y cascarilla originaria de Yungas en la Paz, por el mar llega el guano embarcado en Iquique. El
contrabando inglés es permanente. Junto a los intereses económicos se mueven otros aspectos: religiosos,
burocracia estatal, servicio militar, milicias.
El Arcediano de la Catedral de Arequipa Francisco Xavier de Echeverría en las misivas que intercambia con Vicisit udes de la sociedad c olonial sur peruana en vísper as de la independencia
el comerciante Joseph Arias, vecino de Potosí, durante los años 1806 -1816, nos muestra el grado de cercanía
que tuvo con los representantes del gobierno en el Alto Perú, tal vez por su formación originaria, siendo
natural de Pica, Tarapacá, de joven toma el mismo camino que generaciones de sus coterráneos habían
realizado formándose académicamente en la Universidad de San Francisco Xavier de Charcas; mientras
otros jóvenes eran enviados a Córdova del Tucumán. Ya adultos y bajo aquella educación continuaban con sus
labores en la burocracia virreinal o se dedicaban a producir las tierras familiares y vivir del intercambio de los
bienes asumiendo, al mismo tiempo, los órganos de control urbano como funcionarios del Cabildo nativo.
Dos de los destinos preferidos que el sistema colonial ofrecía eran las ciudades de Cuzco y Arequipa.
El Coronel de milicias, y futuro Mariscal de Campo, Francisco de Picoaga mantenía relaciones comerciales
con importantes personajes de Potosí. A inicios del siglo XIX la producción de sus obrajes de Lucre le
permitieron firmar contratos por grandes sumas de dinero; llevando su producción textil desde el Cusco
hasta la Villa Imperial. En Puno, Tadeo Garate, primero como funcionario y posteriormente como Intendente,
sirve diligentemente a la Monarquía española y en su entusiasmo burocrático no repara en perjudicar con
sus arbitrariedades a la población.
1 Tomemos el caso de Bernardo Gamio García. Hijo del español Martin Gamio y Vicuña y de la arequipeña Catalina García y Loayza, hacía trabajar sus haciendas y
los productos obtenidos los enviaba al Alto Perú. Fue Alcalde de Arequipa en 1803-1804 y en 1814. Su hijo, Luis Gamio y Aranibar, siguió con los negocios paternos 4 |
y también fue Alcalde de la ciudad en 1824. Una hija de Bernardo, María Santos Gamio y Aranibar, casó con Juan Manuel de Goyeneche y Barreda y de esta unión
se tiene la descendencia familiar de este tronco palaciego hasta nuestros días. 2
2 Los Alcaldes y regidores criollos tienen estos lazos de consanguineidad de antaño, mientras que algunos personajes nacidos en España se han integrado
mediante matrimonio a este círculo. No todos los españoles residentes en las intendencias sur peruanas tenían esa condición de prestigio social y por el contrario
pudo resultar un premio mayor para estos varones el matrimonio con una rica propietaria regional. Un examen más sutil de este aspecto nos lleva al conocimiento
paterno simple y concreto de que la sangre se degenera por el continuo contacto familiar y que era necesario tomar medidas para evitar la perversión de la
descendencia.